Tragar
Si es cierto que en France Télécom se están suicidando los empleados a causa de las condiciones laborales, nos encontramos ante una buena noticia, y perdonen ustedes el cinismo. Esa marea autodestructiva, producida por el apasionante estado mercantil de la actualidad, va a convertirse en una inesperada fuente de empleos. Porque como somos verdaderamente globales, las condiciones susodichas a todos atañen y a nadie perdonan. Nos hallamos en el inicio de una era en que habrá por doquier intentos de quitarse la vida, y eso requerirá atenciones.
Es decir, psicólogos. Cientos. Miles de psicólogos. Por el momento se nos informa de que psicoanalistas especializados en enfermedades laborales "predicen nuevos suicidios", y que hasta Sarkozy se ha puesto tenso. Nuestra sociedad, atónita ante las monstruosidades que ella misma produce, segregará sus propios parches. Si yo tuviera ahora mismo un hijo o dos en edad de estudiar una carrera le aconsejaría que se hiciera con un título de psicólogo empresarial y un sofá. Pero mostrémonos ambiciosos. Podemos incluso construir grandes hospitales privados en donde la mano de obra sea ingresada y sacudida y saneada hasta dejarla como un guante, para que trague con lo que sea mientras tararea alegres melodías. Hay precedentes de florecimiento de sanatorios mentales y clínicas de rehabilitación gracias a las condiciones sociales imperantes: en Estados Unidos, durante la Prohibición, todos los alcohólicos compulsivos y clandestinos que surgieron debido a tal estímulo fueron a parar a establecimientos del género. Pensemos también en la psicología preventiva, que en cierto modo ya se ejerce, pero que podríamos convertir en masiva. Psicólogos asesores a la hora de aceptar a los voluntarios: éste sí, éste no. Éste resistirá, éste no. "¡Ya estoy harto de gilipolleces!", parece que gritó un trabajador antes de proceder a hacerse el haraquiri. Es un eslogan perfecto para los tiempos que corren.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.