Gran Ego
Como dato biográfico curioso, les puedo contar que trabajé durante varios años como realizador en el programa de televisión Gran Hermano. Aparte del aprendizaje profesional que supuso este trabajo, valoro mucho la oportunidad de haber podido observar a seres humanos encerrados en una casa, como si fuera parte de un experimento. No me refiero al tan cacareado "experimento sociológico" que intentaba dignificar y ensalzar las virtudes sociales del programa. Obviamente Gran Hermano no es ciencia, es espectáculo.
Sin embargo, algo se puede extraer del comportamiento humano si ves a una serie de individuos entre cuatro paredes durante semanas y semanas. El problema es que la clase de individuos que están dispuestos a entrar en la casa de Guadalix no son probablemente los más interesantes de observar. El hecho en sí de querer participar en este concurso define su personalidad a la perfección: exhibicionistas, vanidosos, melodramáticos y un sinfín de adjetivos que describen a la mayoría de concursantes del reality más longevo de nuestra televisión.
Nos parecemos más de lo que creemos a esos tipos encerrados en una casa de la sierra madrileña
Ahora que comienza una nueva edición, quiero recordar varios rasgos de personalidad que observé en ese trabajo y que me han servido para escribir guiones y construir personajes de ficción. Aunque también han sido de utilidad para mi vida cotidiana. En Gran Hermano aprendí a desconfiar de aquellos que enarbolaban la bandera de la sinceridad. No sé ustedes, pero cada vez que oigo a alguien decir "yo voy siempre con la verdad por delante", me pongo a temblar. En primer lugar, porque no me lo creo; seguro que mienten más que hablan. Y en segundo lugar porque esa declaración de principios conduce a una barra libre para la falta de educación. El "es que soy sincero" justifica un montón de gestos groseros e innecesarios. Este mesianismo de la sinceridad es un rasgo frecuente en los concursantes. Como también lo es la continua referencia a la envidia. Ante cualquier crítica, el participante medio de Gran Hermano responderá: "Es que me tienen envidia". El tópico dice que la envidia es el deporte nacional. No estoy de acuerdo. Mucho más peligrosa que la envidia me parece la creencia de que uno es envidiado. No sé si tiene nombre (como lo tiene la gula, la ira o la hipocresía) pero habría que ponérselo. Es un cruce entre egolatría y manía persecutoria. También común a todos los concursantes es la obsesión con los espejos. Es cierto que la casa está llena de ellos (detrás están las cámaras que graban los acontecimientos del programa), pero el porcentaje de tiempo dedicado a mirarse en el espejo es brutal. Creo que pasan más tiempo observando su propio reflejo que mirando a sus compañeros.
Podemos llegar a pensar que estos rasgos sólo describen a los grandes hermanos pero es cierto que en la vida diaria nos topamos con comportamientos similares: personas que no hablan para comunicarse sino para escucharse a sí mismas, que ven conspiraciones contra ellos en todo momento, que tienden a hacer una tragedia de cada percance de su vida... Nos parecemos más de lo que creemos a esos tipos encerrados en una casa de la sierra madrileña.
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