El maratón de Nadal
El español puede verse obligado a jugar tres partidos en tres días por culpa de la lluvia
Rafael Nadal digiere el problema, su tragedia particular, la lluvia que suspendió el jueves su partido de cuartos frente al chileno Fernando González (7-6 y 6-6 (3-2) para el español); la misma que ayer le impidió reanudar el encuentro al cierre de esta edición. Es viernes 11 de septiembre y en la plaza Zuccotti Park se recuerdan uno a uno los nombres de las víctimas del atentado de las Torres Gemelas. El látigo del huracán Fred azota Nueva York, ruge, sopla e impulsa la lluvia con fuerza. Es un día negro, como el presente del Abierto de Estados Unidos: las suspensiones pueden obligar a retrasar la final del domingo. Es la mejor medida del problema de Nadal. Antes del primer tie-break ganado el jueves ingirió dos pastillas, probablemente los antiinflamatorios piroxicam recetados para sus abdominales; luego pidió la asistencia del fisioterapeuta; y más tarde se marchó sin cerrar el partido y sabiendo que debe realizar un triple esfuerzo: jugar tres partidos en tres días si quiere convertirse en el segundo tenista más joven en lograr 11 semifinales grandes (tiene 23 años y 101 días; Boris Becker tenía 23 y 66) y ganar el título.
El número tres del mundo compite contra González, la lluvia, la tensión psicológica de la espera y sus dolores. ¿Cómo puede afectarle a su lesión tanto parón, jugar y volver a la caseta como contra el chileno, calentar, enfriar y volver a calentar su musculatura? "En los parones por lluvia", cuentan fuentes de la caseta como explicación a la presencia de Michael Novotny, fisioterapeuta de la ATP, "pueden tratarle y relajarle el músculo. El problema es que tiene una sobrecarga. Eso, con reposo, se cura, pero Nadal está jugando. Con la acumulación de partidos, tres en tres días, todos a cinco sets... él tiene criterio como para saber si debe o no parar, para medir el 'cuando no puedo, no puedo". ¿Se le ha puesto una inyección de cortisona? "No, no tiene sentido en una lesión como la suya. Eso es seguro".
"Nadal", dicen fuentes conocedoras de su musculatura, ésa que debe cubrir con un vendaje durante los partidos, la misma que diariamente es tratada por una máquina Tecar, "convive con el dolor, sin entenderlo como excusa, como refuerzo negativo para explicar la derrota, que es lo que les pasa a otros". El reloj, sin embargo, aprieta al español. El jueves dejó el club a medianoche. Doce horas después estaba de vuelta, esperando a que escampara, reservando pista indoor y jugando al futbolín, de defensa. A la una de la tarde preparaba el partido, hasta que se marchó a comer al restaurante: la lluvia había retrasado ya dos veces el inicio de la jornada.
En Nueva York, donde Nadal perdió en 2008 las semifinales en similares circunstancias, la experiencia juega a favor del español, que venció la gran mayoría de sus partidos interrumpidos por la lluvia. En 2007, por ejemplo, jugó tres veces en cinco días un mismo encuentro contra Soderling en Wimbledon. Entonces ofreció las claves de cómo y quién sufre en un partido así. "Los parones siempre fueron más duros para mí, porque estaba ganando", dijo (y Nadal ganaba contra González). "Sabía que tenía todo un juego con mi servicio al volver. Para el otro es siempre menos presión" (y Nadal volverá a la pista para restar dos saques de González en el tie-break). ¿Qué hizo antes de cerrar aquel partido? Intentar estar "un poquito más eléctrico". Es decir, retrasar su hora de entrenamiento; ponerlo lo más cerca posible del encuentro; irse a la carrera a la pista y entrar a ella en caliente, sintiéndose fuerte, encendido, potente. Fue esa la táctica entonces. Es eso lo que necesita ahora. Electricidad, chispa... y que pare la lluvia.
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