El astronauta de la pintura
Con 71 años, Georg Baselitz se empeña en ser un rebelde, un provocador, un hombre incómodo. No le ve otro sentido al hecho de ser un creador. "El artista es un ser asocial. Eso es así, le guste o no", afirma de forma categórica. "Es alguien a quien la sociedad no necesita en absoluto. No lo quiere, lo rechaza. Generaciones posteriores quizá encuentren interesante lo que el artista ha hecho, pero a sus contemporáneos probablemente les molestará y les disgustará".
Por ir a la contra, dio en 1969 con una de las claves de su pintura: todas las figuras de sus cuadros están pintadas del revés. Cabeza abajo. "Para empezar, no sigo pintando así porque esté loco", explica. "Estoy bastante bien de la cabeza, y ese planteamiento es algo en lo que pienso constantemente. En segundo lugar, una idea fija puede durar mucho tiempo, toda la vida. En tercero, un artista tiene que hacer algo distinto. Aunque sea un cambio muy pequeño, alguien va a ser el autor de ese cambio, de ese distintivo".
"El arte no es entretenimiento. Mucha gente ha querido resaltar ese aspecto, pero yo lo rechazo"
No, no está loco. Y le ha ido bastante bien. Está considerado como uno de los más importantes artistas europeos vivos. Nos recibe en su casa, una preciosa residencia diseñada por los arquitectos Herzog & De Meuron, en una localidad en las afueras de Múnich. En los jardines que la rodean está también su amplio estudio. Se muestra amable y conversador. Pese al reconocimiento internacional de su obra, mantiene la posición de un outsider. "No diría que soy un burgués normal porque no me creo alguien integrado en la sociedad. No soy dependiente del Estado social, de sus estructuras. Soy más independiente, por ejemplo, que un pianista. No necesito público para hacer lo que hago. No necesito que nadie vea mis cuadros. Tampoco necesito ningún encargo estatal ni privado. Soy como un artista que en tiempos de Franco, en España, emigró a otro país para hacer lo que quería. Que sobrevivió y tuvo éxito. Así es un artista".
Todo ello tiene ecos muy sonoros relacionados con su pasado. Sus primeros años transcurrieron entre el miedo y la escasez de la Segunda Guerra Mundial. Algunos de sus más antiguos recuerdos son los ruidos ensordecedores de los bombardeos. Luego, en Berlín Este, como estudiante de arte, fue aleccionado en el realismo socialista. Pero ya entonces se mostró reacio y fue expulsado por "inmadurez sociopolítica". En 1958, tres años antes de que se levantara el muro de Berlín, se instaló en el sector Oeste y posteriormente se cambió de nombre. Georg Kern se convirtió en Georg Baselitz, nombre de la ciudad donde nació.
Si bien se le considera un neoexpresionista figurativo, él dice sentirse más cercano del art brut. Con todo, se ha mantenido fiel a las disciplinas clásicas de pintura y escultura. "El arte se dividió, en determinado momento, en dos caminos. Los artistas que usaban los materiales tradicionales y los que han buscado otros. Yo he seguido usando los tradicionales, pero siempre como consecuencia de un proceso mental", explica.
Ha atravesado, sin merma de su prestigio, por dos o tres décadas en las que la escena más avanzada del arte ha estado dominada por el conceptual, una disciplina que en sus inicios se oponía a la pintura y la escultura tradicionales, y convirtió estos medios en algo demodé. Hoy las cosas parecen cambiar de nuevo. "Ahora el conceptual ha envejecido y la pintura vuelve a estar de moda", comenta. "Cuando yo empecé se oía decir que la pintura había muerto. Nunca pretendí, ni pretendo, decir que yo tenía la razón o que los demás estaban equivocados. Pero la experimentación que se ha venido haciendo en el arte ha entrado en una fase de adormecimiento".
En ese sentido, sostiene que la pintura no existe sin el concepto. "Un trozo de papel sigue siendo para mí el mejor lugar donde explicar un concepto", continúa. "Ahí dejo mis señales y planteo mis cuadros. Es lo que he hecho toda mi vida y se me ha considerado anacrónico. Los jóvenes vuelven hoy a la pintura y lo hacen de una forma totalmente novedosa, no pintan como se hacía hace un siglo. De todas formas, no creo que los materiales del arte hayan sido en ningún momento un problema. Nadie tiene la razón y todos la tienen a la vez. En arte todo está permitido".
Bueno, no todo. Baselitz se muestra crítico con la relación entre el arte y el poder. "Hay un factor en el arte que siempre me ha desagradado, y es el del entretenimiento. El arte no es entretenimiento, pero mucha gente ha querido resaltar ese aspecto. Los políticos piensan muchas veces que el arte debe llegar a la sociedad y que éste debe ser algo agradable. Creo que el arte concierne principalmente a los artistas, a esos escasos individuos que tienen una especie de locura, cierta capacidad de hacer lo contrario a lo esperado, la de irritar, incomodar, provocar, darles qué pensar. Es el sentido de la pintura. El principal sentido es ir en contra".
Y, como ejemplo, añade un comentario sobre España. "Sé que en España hay un grave problema. Y es que con cada gobierno -de izquierdas, luego de derechas, otra vez de izquierdas- cambian totalmente de política respecto a la cultura. Cambian a los responsables según el signo de cada gobierno. Y eso es un terrible error que trae sus consecuencias. La cultura debe ser independiente del poder. De la dirección política. Es lo que ha hecho que la cultura española sea en este momento totalmente plana, irrelevante".
Y matiza. "Sin embargo, la sociedad no está compuesta sólo de gente estúpida y simple. Hay una pequeña proporción de gente inteligente, una élite. Esa élite puede ser interesante. En ella puede haber gente de la política o de la iglesia. En el pasado hubo grandes papas que se rodearon de grandes artistas. Pero también ha habido malos papas sin artistas".
La exposición que presenta en la galería Heinrich Ehrhardt, de Madrid, es una serie realizada hace pocos meses y se basa en una obra del pintor soviético Geli Korzev. "En los años cincuenta, Korzev pintó unos cuadros que yo conocí siendo estudiante", relata. "A su regreso de la guerra, del frente, pintó un retrato de Stalin, sólo un boceto. Lo tituló Un día de guerra. Pero Stalin murió y lo sucedió Jruschov, y el culto a la personalidad del anterior se acabó. Korzev pintó ese lienzo de blanco por encima del dibujo. Lo que voy a presentar en Madrid es un trabajo a partir de ese cuadro. Me interesó el tema porque me siguen preocupando las falsedades y cosas equivocadas que me enseñaron de niño y de joven en la República Democrática Alemana. Me pregunto por qué me hicieron tragar tantas mentiras. Korzev era uno de esos pintores de propaganda. Cuando era estudiante, sus cuadros no me molestaban, pero con el tiempo sí. Para mí es importante terminar con esas ideas falsas de mi pasado".
¿Y cuál es la verdad que ha puesto en su cuadro? "He convertido un mal cuadro en uno bueno", dice con humor (y convicción). Otro aspecto curioso de ese cuadro es que no lo ha pintado completamente al revés, sino en un ángulo de 90 grados. "Esta falta de orientación es un elemento con el que trabajo. No es importante en sí. Lo que me interesa es quitarle el suelo al espectador. Quiero quitarle al cuadro la base de realidad que el cuadro podría tener".
En realidad, Baselitz es como un astronauta de la pintura para el que no importa qué está arriba y qué está abajo. No se rige por otra fuerza de la gravedad que no sea la seriedad con que asume su trabajo. Le hace gracia la comparación. "Lo que me importa es mantener siempre que un cuadro no tiene nada que ver con la realidad. Pero una vez que has pintado un objeto, ¿cómo haces para subrayar que ese objeto no es real? Le das la vuelta. Ponerlo del revés es una permanente llamada de atención".
En los últimos diez años ha estado haciendo unos remixes -así los llama él- de sus cuadros. Reinterpretaciones de obras de sus inicios. "Pintar es como escribir un diario", dice. "Son documentos que quedan fijos, que figuran en catálogos, en museos. A veces incomodan o irritan al propio artista. Pero uno se hace mayor y todo parece más débil. No es que no tengas la potencia sino que quieres saber cómo vas a dirigir tus fuerzas hacia algo nuevo. Escogí obras de diferentes épocas, una de los sesenta, otras de los setenta. Las tengo todavía en la cabeza. Y las he pintado de nuevo como las habría hecho yo hoy. Desde la posición del presente. Cambian totalmente, pero siguen siendo las mismas".
Sin embargo, muchos los ha pintado en blanco y negro. "Pintar en blanco y negro es una buena disciplina. Es un nivel superior para mí. No tengo problemas con el color, me resulta algo sencillo. Suelen gustar más. La vida es multicolor. Para pintar en blanco y negro tengo que disciplinarme y concentrarme mucho. Me gustan porque suelen ser más eficientes".
Es un reto. "Sí, me gustan los problemas", reconoce. "Si piensas en El Greco, admiras su color. Pero si lo piensas en blanco y negro puede resultar mucho mejor. En el pasado todos pintaban con color. Era la manera de reflejar el mundo. No se pensaba que el blanco y negro era mucho más eficaz. Esto sólo se trasluce en los grabados. En Goya, por ejemplo, sus grabados son mejores que sus pinturas".
La revisión de su propio pasado sigue siendo una preocupación para Baselitz. En su estudio hay nuevas pinturas que tienen que ver con otro de los artistas del realismo socialista, como Brodski, o una obra perdida de Otto Dix. No obstante, no cree que el papel del artista sea una especie de intérprete del subconsciente de la sociedad. "Si alguien piensa que un artista es un catalizador que recibe algún material que él es capaz de traducir, de filtrar, de transformar, está muy equivocado", apunta. "Un artista es, ante todo, alguien que ama el arte. Alguien que tiene que ver sólo con el arte. No tiene nada que ver con la sociedad, salvo que ésta resulta una molestia. Así se mantiene la rebeldía".
Georg Baselitz. Pintura 2009. Galería Heinrich Ehrhardt. San Lorenzo, 11. Madrid. Del 17 septiembre al 21 de noviembre. www.heinrichehrhardt.com/. www.georgbaselitz.com/
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