_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Inventos del tebeo

A estas alturas, todos sabemos que los bichitos no se caen y se matan, al menos cuando se trata del problema del aceite de colza. Tampoco las recetas culinarias para hacer calditos de pollo y sucedáneos son una buena estrategia contra la vieja amenaza de las vacas locas. Y es evidente que lavarse las manos reiteradamente no soluciona una pandemia de gripe. En consecuencia, no queda más remedio que preguntarse si muchos de los ministros de sanidad, de diversas épocas y de todo signo político, carecen por completo de conocimientos sobre su materia o si, todavía peor, tienen un pésimo concepto sobre la inteligencia de los ciudadanos. En cualquier caso, la cosa resulta divertida, al margen de las tragedias particulares, porque cuando los responsables políticos dicen tonterías se produce una cascada imparable de rumores, inventos y recetas de lo más curioso y sorprendente.

Por ejemplo, a alguien se le ha ocurrido decir que la lucha contra esta gripe demuestra el buen funcionamiento de la España de las comunidades, porque todas han respondido de forma responsable y conjunta ante la nueva amenaza. O sea, la prueba del algodón para eso que ahora llaman federalismo funcional, otra tontería. En realidad, los ciudadanos observamos una cosa muy distinta. Alguna comunidad planifica de manera escalonada el comienzo de las clases, otras hablan de posponer el 70% de las operaciones previstas, una forma como otra cualquiera de encubrir las listas de espera. También se habla de recurrir a los médicos jubilados para atender la posible demanda de urgencias, como si las disposiciones laborales pudieran estar sujetas a estados de excepción. En definitiva, observamos principalmente ocurrencias varias y dispersas entre unos responsables que tienen cara de pasmo y de estar estupefactos, de esa clase de estupefacción que los filósofos piensan que, cuando es continuada, genera estupidez. Sin embargo, hay dos cosas claras. Por un lado, que todo lo que ocurra a partir de ahora en los sistemas de salud tendrá como justificación la lucha contra la gripe. Y, por otro, que toda intervención pública sobre el tema deberá terminar con la fórmula beatífica de "siguiendo la recomendación de las organizaciones internacionales", un latiguillo difícil de interpretar pero, ya se sabe, mal de tontos consuelo de muchos.

El último invento que veo en la prensa es el teletrabajo para enfrentarse a la pandemia. Pues bien, parece ser que las grandes compañías ya lo tienen todo pensado y protocolizado, nada como protocolizar, es más, la vida se parece cada día más a un protocolo. Un trabajador, una gripe, un ordenador. ¿Se imaginan a un empleado de banca, metido en fiebre y quebrantado hasta las orejas, autorizando una transferencia en el ordenador de su casa o rechazando una hipoteca? Esos serán de verdad créditos tóxicos, casi virulentos. Y no digamos nada del profesor calificando entre estornudos y con un tonto lagrimeo ante el suspenso de un alumno. Más que teletrabajo será una telecomedia.

No más inventos, por favor, como ese camarero que nos cuenta por televisión que le pone unas gotas de ginebra a cuchillos y tenedores, no se sabe muy bien si para desinfectar los cubiertos o para emborrachar a los virus y que dejen así de incordiar. Al final, pasaremos la gripe, estaremos aburridos en casa y jugaremos con el ordenador. Después ya nos pondrán la película de las "organizaciones internacionales" y de las compañías farmacéuticas, que para eso cobran.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_