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Columna
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Se acaban los localismos

Aún no hemos conseguido que la autonomía sirviese para articular este puzzle de diputaciones, ciudades, villas, pueblos y 315 ayuntamientos, con tres miniaeropuertos, dos superpuertos en construcción y un sinnúmero de puertos. Galicia es tan fecunda y diversa como desordenada y dispersa, por ello derrocha energías y posibilidades. El localismo y el clientelismo son la cultura política lógica de un país así, gallegos pleiteantes fuimos y seguimos siendo.

Nuestros tres ridículos aeropuertos (¡que tengamos que embarcar en un avión en un ayuntamiento que no sea el nuestro! ¡enfermaríamos!) al fin encaran su triste realidad: se van al garete de cabeza. Y, al fin, el presidente de la Xunta anuncia "una sola política aeroportuaria", porque hasta ahora no ha habido política aeroportuaria gallega alguna. Cualquier acuerdo con el Ministerio de Fomento será mejor que este absurdo suicidio, pero si hay una comunidad que precise poder planificar y decidir su política de comunicaciones aéreas ésa es Galicia. Los dos superpuertos gemelos y pareados habrá que articularlos y comunicarlos; el tren rápido permitirá enlazar las ciudades, ir a Madrid algún día y bajar al sur, a Oporto y Lisboa, pero estamos lejos de los grandes corredores por carretera europeos: necesitamos aviones.

Con las cajas, el coruñesismo ciego impide ver la realidad de Vigo

El traspaso de gestión en los aeropuertos a la Administración gallega permitiría al fin afrontar por primera vez nuestros patéticos localismos. La sociedad gallega es muy dinámica y nada provinciana, contra la idea de quien no nos conoce o mantiene una visión acomplejada, nuestra gente siempre supo buscarse la vida en el mundo y en su tiempo, pero nuestro país sigue atrapado en un sistema de poderes propio del siglo XIX que nos impide la articulación y la planificación de nuestros recursos. Puede que consigamos planificar los aeropuertos, pero ¿y las cajas de ahorro?

La crisis financiera y económica obliga a plantearse la situación y el modelo de "as nosas caixas", hemos visto desaparecer en los últimos años empresas energéticas y financieras gallegas, sería suicida no preocuparse de conservar recursos financieros. ¿Pero son nuestras? Son entidades con sus estrategias empresariales, pero también son un extraño patrimonio social que en nuestra Galicia fragmentada y localista es de difícil manejo. Las cajas de ahorro de Galicia se presentan como la de A Coruña y la de Vigo y quizá ésa sea la peor de las maneras, quizá hoy fuese más fácil para todos si todavía existiesen las primitivas cajas de Lugo, Pontevedra, Santiago, Ourense... Pero los procesos de fusión y absorción llevaron a un escenario polarizado entre dos ciudades enfrentadas y, en distinta medida, con fuertes sentimientos localistas. Es como plantearse formar un equipo de fútbol uniendo Celta y Deportivo para crear la Selección Galega.

Ambas cajas son distintas, con distinta cultura empresarial: una de mayor tamaño y más arriesgada, la del norte, y otra más compacta y más modosa, la del sur; una más volcada a la construcción y otra más volcada hacia la industria. Dos culturas empresariales distintas, y complementarias. Pero a las cuentas que echa cada entidad considerando su situación e intereses particulares, se les superponen los intereses localistas. Como si los recursos de esas entidades proviniesen exclusivamente de las ciudades donde tienen residencia fiscal, como si los ahorros e intereses fuesen exclusivamente de los vecinos de cada ayuntamiento. Y no.

La prensa coruñesista ya está defendiendo la absorción de Caixanova por Caixa Galicia: es un error y también un imposible. Los localismos ciegan para ver el país, el coruñesismo ciego impide ver la realidad de Vigo: también existe un viguismo, distinto del coruñesismo pero muy enérgico. Vigo nunca aceptaría una mera absorción, se echaría a la calle; ni siquiera se puede plantear fuera de los límites de A Coruña y su prensa local, no es serio. Ese tipo de coruñesismo que niega proyectos más amplios llega a su límite. Precisamente ahora hay que afrontar un proyecto de ámbito gallego de modo inevitable y quien se oponga se retratará ante toda Galicia y se desautorizará moralmente. No tiene por qué ser Santiago la sede de una futura entidad gallega, hay a quien le repugna que sean ambas ciudades, o Lalín, Melide, Arzúa, Ribadavia, Monforte... Pero tendrá que ser, necesitamos una "Selección Galega".

http://susodetoro.blogaliza.org/

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