Las llamas devoran dos casas ocupadas
Los incendios queman en pocas horas dos edificios del casco viejo de Valencia
Balbi, inmigrante eritreo de 45 años, estaba sentado a la fresca el viernes por la noche en la calle Baja, en el corazón del barrio de El Carme de Valencia, cuando, hacia la una y media, le dijo a un colega: "Oye, parece que esa casa se está quemando", y señaló hacia un edificio de la calle Salinas, perpendicular a la calle Caballeros, que se veía a través de un solar. "En ese momento se veía salir humo. Llamamos al 012. Y luego vimos cómo ardía cada vez más", recuerda Balbi.
El fuego devoró el edificio donde, según los vecinos, solía dormir un vagabundo; hundió la cubierta, y obligó a la policía a cortar los accesos en una de las zonas de copas más concurridas de la capital. Desde un inmueble vecino, a media mañana de ayer, los bomberos seguían regando las vigas para evitar que el fuego se reavivara.
Para entonces se había declarado y había sido sofocado otro incendio en una casa a dos calles de allí, en la plaza del Árbol, en la que dormían nueve ocupas. No hubo heridos.
La cercanía entre las casas, las pocas horas de diferencia entre los fuegos (el segundo empezó sobre las 10.30 de ayer), el tipo de residentes, y la zona próxima al histórico Portal de la Valldigna, que conserva algo del mítico ambiente underground del viejo Carme, llevaron a los vecinos a elucubraciones. Entre ellas, que se trataba de una rencilla entre dos grupos de okupas.
Nada, sin embargo, apuntaba en esa dirección. Los bomberos no hallaron restos de gasolina ni de otros acelerantes de la combustión, dijo un portavoz. El primer inmueble, además, no alojaba a un grupo de okupas: lo utilizaba de vez en cuando un sin techo. En el segundo edificio sí que vivían nueve personas desde hace cuatro meses. Cuatro de ellas, de más de 40 años y aspecto de toxicómanos, bastante cascados, estaban sentados debajo del último olivo que el Ayuntamiento ha plantado en la plaza del Árbol. Según la Policía Local, acumulaban cuatro metros de basura en el patio de luces, donde se inició el fuego."De pelea nada, esto ha sido que alguien ha tirado una cerilla o le ha dado candela por gusto. Puede que haya sido un hijo puta que va contra los okupas", decía Tomás, uno de los moradores. El susto podía haber terminado en drama porque según Tomás, que llevaba la pierna escayolada hasta la rodilla ya de antes, cuando se despertó, oyó un ruido como de lluvia, olió a quemado y empezó a avisar a toda la escalera, los demás inquilinos dormían como troncos.
Los habitantes se distribuían en cinco de los apartamentos del edificio, un caserón construido en 1900 de cuatro alturas, cubierto por una gastada red negra para evitar que los cascotes cayeran a la calle. De una de las ventanas sobresalía una antena de televisión de las antiguas. "Yo vivía en el ático", comentaba Fran, "y allí todo está intacto, se ha quedado de puta madre porque el fuego no ha llegado. Y ahora nos van a tirar a todos a la calle".
La policía permitió a los okupas entrar un momento a los pisos, acompañados por bomberos, para rescatar los objetos que se hubieran salvado de la quema. Pero su vida en la casa de la plaza del Árbol tenía las horas contadas. Un portavoz del cuerpo de bomberos informó de que se había solicitado al Ayuntamiento que mañana "se proceda a tapiar el inmueble al no reunir las condiciones mínimas de habitabilidad".
Daños estructurales
Los daños en este edificio no parecían graves. El fuego empezó en el patio, repleto de basura de variada procedencia, y se extendió sólo parcialmente por la planta baja, sin llegar a alcanzar la escalera. Su aspecto, sucio y lleno de cascotes, resultaba en todo caso disuasorio.
El primer edificio quemado, un inmueble de dos alturas, era otro cantar. Su estado se antojaba irrecuperable y la única salida posible la demolición. Un vecino de la finca de enfrente aseguró que en su interior dormía frecuentemente un hombre de unos 40 años, al que había visto por última vez hacía una semana con el brazo vendado. La casa se encontraba parcialmente tapiada, lo que obligó a los bomberos a abrir un boquete en el muro exterior y otro desde el edificio contiguo, que está siendo rehabilitado.
La intensidad de las llamas causó daños de poca consideración a dos bomberos y un policía local. Los dos primeros terminaron el turno con las espaldas enrojecidas. Al agente se le irritaron los ojos con el humo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.