_
_
_
_
Cosa de dos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hermanos

Channel 4, la televisión que posee la franquicia de Gran Hermano en Reino Unido, ha decidido acabar con el programa. La última temporada se emitirá el verano próximo. Dicen que ha dejado de atraer a la audiencia y que prefieren bajar la persiana antes de perder dinero. Ni la "muerte en directo" de la ex concursante Jade Goody, que vendió a las cámaras la exclusiva de su agonía, ha conseguido reavivar el interés del público por un formato que causó sensación en su día.

Tampoco en España es lo que era. Telecinco presentará en unos días una nueva hornada de "hermanitos", otra vez tutelados por Mercedes Milá, pero el impacto de Gran Hermano resulta muy poco audible. Es Milá quien sostiene el formato, y no al revés. No parece probable que al invento le quede mucho recorrido. Allá por el año 2000, cuando la productora Endemol vendió a precio de oro la idea de encerrar a un grupo de personas y mostrarlas por la pantalla, como si fueran salamandras en un terrario, la cosa tenía su punto. Ahora es uno más entre los muchos terrarios humanos que proliferan en la Red.

Dicen que se prepara un programa similar, con menores. Es lógico. Si tratamos a los adultos como niños, habrá que tratar a los niños como adultos. Ocurre en todos los ámbitos de la vida, incluyendo el aborto. También hay quien pide la cadena perpetua (o la de muerte, puestos a pedir) para los adolescentes que cometen crímenes graves. Lo dicho: es lógico.

Cuando apareció Gran Hermano, algunos lo criticaron porque, decían, convertía a los concursantes en objetos. Según se mire, constituía un avance: suponía acabar con la discriminación de la "mujer objeto" y del mucho más escaso "hombre objeto", e igualar a todo el mundo en la categoría de "persona objeto". Es el signo de los tiempos. Si uno vive en una sociedad, puede aspirar a ciertas cosas. Cuando uno vive en un mercado, cuesta mucho ser algo más que un producto con un precio.

¿Qué quiere un concursante de Gran Hermano? No quiere tener más valor, sino más precio. Quiere que le paguen por ser quien es y que le reconozcan por la calle por ser lo que es, y no por lo que hace. El signo de los tiempos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_