Karzai y Abdulá se disputan el triunfo
Los dos principales candidatos proclaman la victoria sin ningún resultado oficial - Los afganos esperan que el nuevo Gobierno pueda dialogar con los talibanes
Las elecciones han sido un éxito para la comunidad internacional, pero tienen sabor a fracaso para Afganistán. Pese a que millones de personas desafiaron el jueves la amenaza talibán y acudieron a votar, otros millones más permanecieron en sus casas por miedo y desilusión con un proceso en el que dejaron de creer o desconfiaron. Ni siquiera hay datos oficiales del número de votantes y los dos principales candidatos -el presidente, Hamid Karzai, y su ex ministro de Exteriores, Abdulá Abdulá- se han declarado una guerra de cifras en la que ambos reclaman la victoria. Fuentes de la Comisión Electoral Independiente afgana (CEI), organismo encargado de organizar por primera vez los comicios, manejan una horquilla de participación entre el 40 y el 50%, muy lejos del 70% de las elecciones de 2004. De confirmarse el porcentaje a la baja sería un serio revés para la credibilidad del futuro Gobierno.
Se maneja una horquilla de participación de entre el 40% y el 50%
El jefe de campaña de Karzai, Mohammed Deen, fue madrugador: 14 horas después del cierre de los colegios anunció que, según los informes de 29.000 de sus interventores, el presidente había ganado por mayoría absoluta y que la segunda vuelta (que tanto les preocupa) era innecesaria. Su homólogo en el campo de Abdulá, Fazl Sangcharaki, contraatacó con datos de sus observadores que indicaban lo contrario: que su candidato había ganado con el 63% de los votos.
Mientras, en la mayoría de los 62.000 colegios electorales se procedía a la lenta y compleja operación de escrutar cada papeleta a mano. No hay ordenadores en un país que ocupa los primeros puestos del índice mundial de pobreza de la ONU y donde el 50% de los varones y el 85% de las mujeres son analfabetos. El portavoz de la CEI, Zekria Barakzai, pidió prudencia -"No podemos confirmar nada de lo dicho por los jefes de campaña"- y recordó que los resultados definitivos no estarán antes de dos semanas, aunque esperan ofrecer algún avance.
La activista de los derechos humanos y de los derechos de la mujer en Afganistán, Fatana Ishaq Gailani, premio Príncipe de Asturias de la Concordia de 1998, dijo que la baja participación se debe a la decepción que genera un Gobierno sumido en la corrupción y que no trabaja para el pueblo. Gailani alerta de un odio creciente hacia las tropas extranjeras, a las que se empieza a percibir como ocupantes. "Debería transmitir un mensaje al Gobierno de España. Decidle que debe preocuparse más por el destino del dinero que dona a Afganistán porque gran parte de esos fondos nunca llegan a la población", indica Gailani.
"Estas elecciones son más de consumo interno de los países que han enviado tropas. Es como si necesitáramos vender a nuestras opiniones públicas que todo está mejorando y que en Afganistán ya hay una democracia para justificar las inversiones en dinero y, sobre todo, en vidas humanas", asegura un europeo que pide anonimato. Todos coinciden que lo importante es que estos comicios desencadenen un proceso político que cuente con la legitimidad suficiente para negociar la paz con los talibanes. Sin una participación suficiente y con Karzai y Abdulá enredados, parece difícil. "Hemos perdido ocho años que son irrecuperables. El impulso de 2004 se ha perdido", afirma un diplomático.
"El fraude está en marcha donde dominan los señores de la guerra que apoyan a Karzai", dice el comerciante tayiko Gul Rahuman, "están cambiando las urnas y las papeletas para que gane con más del 50%". Es una opinión extendida entre los ciudadanos de Kabul de esa etnia, que dicen estar dispuestos a salir a la calle a defender la victoria de Abdulá.
La decisión del presidente de rescatar a viejos guerreros, un eufemismo de criminales de guerra que debían estar en La Haya, también ha tenido un impacto negativo en la participación, que ha sido más alta en el norte y más baja en el sur, sobre todo en las áreas rurales de Kandahar, la provincia natal de Karzai y del movimiento talibán. Éstos, que parecen haber logrado sus objetivos políticos, no realizaron ayer ataques de importancia, excepto en Jalalabad, donde perdieron la vida tres personas en un intento de asalto a una comisaria.
En vísperas del Ramadán, las calles de la capital estaban vacías de civiles y llenas de policías. A diferencia de la jornada electoral, no había tensión, los controles regresaron a su rutina, es decir, a una seguridad laxa y poco profesional.
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