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crisis desde mi terraza
Columna
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DESAMOR (Y 2)

Ramón Muñoz

[Cura]. Para el desamor sólo caben cuidados paliativos, nada milagroso ni definitivo. El dolor por la pérdida de la amada se puede aminorar. Pero la humillación extrema de no ser ya más amado, lo que llaman los bardos "la herida", no tiene compensación posible. Se lleva como un estigma. Si el finado encuentra luego otra amante, tendrá siempre presente la brutal escabechina en que acabó su anterior pasión. Y aplicará la desconfianza o el cinismo a su nueva relación. Consecuencia: será casi imposible que disfrute otra vez de la embriaguez del amor.

Un primer consejo: céntrese en los remedios caseros y huya de los trascendentales. No tome ninguna decisión que ataña al trabajo, la salud o el patrimonio. Todo sencillito. Salga con amigos que estén dispuestos a fingir que muestran interés por sus cuitas amorosas o haga actividades físicas extenuantes. El caso es que no se quede solo con su dolor. Es mil veces más fuerte que usted. Esquívelo con pastillas, televisión o alcohol, lo que sea. No se le ocurra plantarle cara porque le linchará sin contemplaciones a la vista de todos y al final de esa pelea desigual le dejará balbuceando un discurso lloroso de mea culpa, que apestará a sus allegados y del que se mofarán sus enemigos.

El segundo consejo es el obvio en cualquier adicción: no consuma. La amada es ya un fantasma. Siempre estará su sombra en la alcoba, en el paseo, en cuantos lugares frecuentaron juntos, pero es sólo un espectro. No mantenga relación alguna con ella. Serán cientos las veces que busque un pretexto para llamarla, remitirle un email o mandarle un sms. Si lo hace, cavará su tumba, y le enterrarán vivo en ella. Piense que se fue para siempre. Ojo, no que se ha muerto, porque eso exacerbaría su pena. Necesita sentir que está viva para no olvidar que le despreció, y que el resquemor mate a la nostalgia.

No lea. La lectura es idealizante. Los poemas de amor están estrictamente prohibidos y, bajo pena capital, los auténticos. Tenga presente que fueron escritos por grandes despechados como usted, y que leerlos sería como beberse una copa de ginebra como terapia de grupo en una reunión de alcohólicos anónimos.

Y basta de consejos inútiles. El desamor se cura con dolor y reloj. Alíviese con drogas, a ser posible legales, deje correr el segundero, y suerte. Está usted más solo que la una, por más que sus íntimos le intenten consolar con lindezas de comedia de enredo. Y lo malo del amor es que, en el fondo, sólo amamos la imagen que tenemos de nosotros mismos.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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