Best seller
Hay una cruzada contra nosotros, los ciudadanos saben que se han producido escuchas ilegales. No son palabras mías, no, no me las atribuyan antes de llamar a los loqueros. Las ha pronunciado hace nada Ana Mato, vicesecretaria de Organización del PP, y cuando hablan los políticos los loqueros están de sobra. Todo lo que dicen es racional, y por lo tanto real, que dijo aquél. ¿O acaso ustedes no sabían que se han producido escuchas ilegales? He de confesarles, pobre de mí, que yo lo ignoraba hasta que nos lo dijo Ana Mato o alguien equivalente. Ahora ya lo sé.
Es ésta una de las virtudes del lenguaje preformativo: si Ana Mato dice que los ciudadanos lo saben, a partir de ese momento mismo los ciudadanos lo sabrán. En realidad estaban deseosos de saberlo, sólo faltaba que alguien les diera la orden. Es más fácil seducirnos, apelando a la sospecha, a lo siniestro o a lo conspiratorio -en suma, al narcisismo de nuestra fragilidad-, que aportar pruebas. Si éstas faltaban, Ana Mato ha dado con la fundamental: los ciudadanos lo sabemos. Henos aquí convertidos en testigos sin dejar de ser jueces. Y he ahí puesta a rodar la bola populista: los delitos los sancionará el pueblo omnisciente. Chávez, quién lo diría, no suele actuar de otra forma.
Los políticos, según dicen las encuestas, no gozan de nuestra confianza. Hay una forma, diríamos que honesta, de reaccionar ante esa desconfianza. Consiste en tratar de mejorar la gestión política, solucionar los problemas donde los haya y exponer con transparencia tanto las intenciones como los balances. Es una actuación que no garantiza el éxito popular, tampoco una mayor confianza de los gobernados, pero alcanza al menos, si es eficaz, los objetivos propuestos y que habían sido sometidos a escrutinio. La otra forma de reaccionar ante esa desconfianza de los ciudadanos es trapicheando con ella. Es lo que se llama alimentar las bajas pasiones. Los ciudadanos, y ésta es la cuestión, no van a encontrar un árbitro para su desconfianza fuera del ámbito de la política. Entre los malos, será mejor el que haga peor al oponente, y cuanto peor lo haga más proveerá de razón al respetable y más se ganará su favor. Los ciudadanos lo saben, y es que los ciudadanos siempre están dispuestos a saber cualquier maldad.
Es evidente que la gestión política de Zapatero tiene sus luces y sus sombras. No obstante, cuando se lo tacha de Anticristo, como en la anterior legislatura, o de Gran Inquisidor, como ahora mismo, estamos bestsellerizando la política. Decía Eduardo Lago aquí hace unos días que los best seller poco tienen que ver con la literatura, pero que los autores de best seller aportan un servicio al ocuparse de la higiene mental pública. Es posible que ocurra así en la literatura o en la paraliteratura. El traslado de esos procedimientos de bestsellerización al ámbito de la política, lejos de tener esos efectos catárticos, puede muy bien acabar con la democracia misma.
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