El efecto camaleón
La ciudad de Liverpool se está planteando calificar como "no aptas para menores de 18 años" las películas donde los actores aparecen fumando. Parece que la norma no se aplicaría a las películas antiguas, donde todos fumaban como chimeneas. Por cierto que no sé qué significa "antiguas"; se referirá, supongo, a toda esa serie de películas clásicas y magníficas que los jóvenes de hoy apenas tienen posibilidad de ver en ningún sitio (en las televisiones españolas, desde luego, no). Liverpool también fue la primera ciudad del Reino Unido que en 2004 aprobó la prohibición de fumar en lugares públicos como pubs, bares o restaurantes. Prohibición que aquí también parece estar al caer, según acaba de anunciar la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez. Me pregunto si el himno del Liverpool, el precioso You'll never walk alone, no será premonitorio: ¿pasito a pasito, llegaremos nosotros también a extender nuestra humofobia a las películas?
Imagino que la tendencia a prohibir fumar en lugares públicos no responderá sólo al posible daño provocado a los fumadores pasivos, sino también al efecto mimético. Porque, sin duda, cuando más gente esté fumando alrededor más puede apetecer encender un pitillo, o más difícil resulta dejarlo. La misma razón que impulsa la prohibición en el cine. Y es que los humanos somos como camaleones, imitadores inconscientes del ambiente que nos rodea.
Aunque unos camaleones de lo más contradictorio. Todo el mundo reconoce el valor y la influencia de los modelos mediáticos en los espectadores, especialmente en los más jóvenes y moldeables. Precisamente por eso las televisiones españolas aprobaron un Código de Autorregulación de Contenidos Públicos que incluía un horario protegido para menores, franja en la que se deberían evitar cosas como la "utilización instrumental de los conflictos personales y familiares como espectáculo". Pues bien, según un reciente estudio, el 73% de la programación correspondiente a ese horario vulnera dicho código. En el caso de TVE-1, de Telecinco y Antena 3, la cifra se eleva al 100%. Probablemente no mostrarán a nadie fumando, pero desde luego sí gritando, insultando, humillando al prójimo, haciéndose famosillo por utilizar el lenguaje más soez y barriobajero, enorgulleciéndose de su ignorancia o su falta de escrúpulos.
Fumar será un vicio, sí, pero nada impide que sea el vicio de una persona respetuosa y bondadosa. Los modelos de comportamiento que ensalza gran parte de la televisión, en cambio, son un muestrario de lo que la tradición ha calificado como verdaderos vicios morales: egoísmo, vanidad, avaricia, crueldad. Lo que impresiona es que esos personajes vocingleros y generalmente malévolos siempre parecen dar más juego, más espectáculo (léase más audiencia) que los modelos moderados, virtuosos y sabios. Al menos así piensan los programadores, despreocupándose de todo efecto camaleón...
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