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Reportaje:

Encorbatados de día, rockeros de noche

La banda madrileña Cohete sorprende en la escena musical alternativa

Cualquiera lo diría, viéndolos tan dicharacheros, socarrones y saltarines mientras apuran la primera cervecita vespertina en la plaza de Olavide, pero casi todos los integrantes de Cohete ejercen de profesionales encorbatados en horario matinal. Rodrigo Cortillas, el bracero de la batería, trabaja como abogado especializado en propiedad intelectual; su hermano Ramiro es responsable de mercadotecnia en esos grandes almacenes que usted tiene en mente y Quique Godino, el cantante menudo de los ojazos claros, viaja por medio mundo como ingeniero de telecomunicaciones. Sólo Urs Hampel, el alemán que dejó la Selva Negra por el asfalto matritense una década atrás, esgrime una ocupación algo más bohemia: traductor y dibujante.

Su puesta de largo es un álbum que ellos mismos han gestionado

Pero cuando estos cuatro treintañeros aflojan los nudos de las corbatas y prenden sus guitarras a la red eléctrica, el rock travieso, chisporroteante e inteligente de tan singular nave espacial entra en órbita. Permanezcan atentos a sus evoluciones.

"Somos las mismas cuatro personas, que nadie nos imagine como tipos serios y envarados mientras llevamos el traje", dice Rodrigo. "Sucede, sencillamente, que te independizas, pagas el alquiler y debes llegar a fin de mes. Pero Quique y yo éramos aliados rockeros desde el instituto, cuando tocábamos Smoke on the water, Brown sugar o Alone again en las fiestas de fin de curso".

El aludido asiente a su lado, también entre volutas de humo. "No sabemos hacer otra cosa para divertirnos. Sólo rock y más rock. Cuestión distinta es que salga rentable. En términos empresariales, ese agujero negro que es Cohete ya estaría en el concurso de acreedores". Risas generalizadas, aunque tengan regusto agridulce.

Por ahora la música no les permite ventilar facturas a este cuarteto de melómanos locuaces. Tanto da: la pasión se les sigue notando en cada riff de guitarra, en esos pareados a menudo hilarantes. Hace un par de años vendían en sus conciertos un disco de cuatro canciones, Simulacro, que les hizo ganar pedigrí entre los más enteradillos. Ahora, su puesta de largo -un álbum homónimo que ellos mismos han gestionado y les distribuye Nuevos Medios- ratifica todos aquellos hallazgos iniciales. A saber: guitarras juguetonas, historias de corte más bien surrealista, voces que no resaltan sobre los instrumentos y una paleta de influencias que parte de los Kinks y desemboca en artistas de culto tan inusuales como Captain Beefheart o Kevin Ayers.

"Ofrecemos melodías con cierto gancho. Los amigos las terminan tarareando en casa. Y no nos repetimos mucho, así que con tres minutos por canción nos llega. El nuestro es un disco poco convencional, pero accesible", enumera Godino. Y generoso en sentido del humor, ese remedio infalible para "no tomarse casi nada a pecho y que determinadas cosas no suenen demasiado grandilocuentes".

A su lado, Urs desempeña el siempre desagradecido papel de Pepito Grillo. "Dudo que salgamos de los círculos restringidos. A mí me corresponde siempre el contrapunto escéptico. Dicen que Madrid es un pueblo gigante donde te puede catapultar el boca a oreja, pero no me acabo de creer esa teoría. Acudo a docenas de conciertos en salas de rock y tienen algo de incestuoso: siempre te encuentras a los mismos espectadores".

Mientras no se demuestre lo contrario, Cohete seguirán desempeñando su liderazgo en ese territorio volátil y alternativo del underground. Como el nombre de la sala, Underground, donde ensayan, para mayor guasa. "No sé si es el término que mejor nos define", puntualiza Rodrigo, "pero comprendo su utilización. Si ser underground consiste en habernos montado nosotros solos la batería en miles de garitos donde no caben ni 150 personas, pues sí, lo somos. ¡Y mucho!".

Los cuatro componentes del grupo madrileño de rock Cohete.
Los cuatro componentes del grupo madrileño de rock Cohete.SANTI BURGOS

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