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Reportaje:

Con los libros a otra parte

La Comunidad de Madrid cierra definitivamente las bibliotecas de Concha Espina y Menéndez Pelayo

Elena G. Sevillano

Ya no se prestan libros en las bibliotecas Concha España y Menéndez Pelayo, ambas en el distrito de Salamanca, gestionadas por la Comunidad. Desde el 20 de julio no sale de allí ni una novela, ni un disco ni una película. Como el plazo para devolverlos es de 30 días, los bibliotecarios no querían que la gente se encontrara con una puerta cerrada al llevarlos de vuelta. Porque este viernes es el último día. Las dos salas cierran definitivamente. Los 15.000 usuarios -número de tarjetas de lector emitidas; los habituales que utilizan el préstamo son 1.181- pasan a la biblioteca Manuel Alvar. Según la Comunidad, el cambio pretende "potenciar las bibliotecas de distrito para dar más y mejor servicio a los vecinos".

Los lectores tendrán que desplazarse un kilómetro, hasta el centro Manuel Alvar
"¿Qué van a hacer los mayores que vienen a leer la prensa?", se pregunta Israel

El argumento no convence a Israel Roa, que pasa las mañanas de agosto encorvado sobre una pila de fotocopias subrayadas en colores. Es usuario de la Concha Espina desde que tenía 12 años. "Me saqué la carrera aquí", explica, con un punto de nostalgia. Ahora, a los 32, prepara oposiciones a auxiliar administrativo del Ayuntamiento y esta sala, con su aire acondicionado y su silencio, es como una segunda casa. "Me parece lamentable que un gobierno cierre una biblioteca. Además, lo hace en pleno agosto, para evitarse quejas".

Él es uno de los usuarios que ha firmado la hoja de protesta que cuelga del tablón de la entrada, junto a un cartel de "No al cierre de la biblioteca". Al final de una larga carta en la que recuerdan que las bibliotecas pequeñas a veces dan "un servicio mejor y más cercano" que las grandes, se preguntan: "Señores, ¿dónde está su política de fomento de la cultura?". Inés, licenciada en medicina de 23 años, también ha firmado. Como sus compañeras de fatigas del MIR, que se juntan allí a repasar a diario.

La Concha Espina es una biblioteca especial. De las más antiguas de Madrid, fundada en 1926, está en la primera planta de un edificio de viviendas, en el 95 de Núñez de Balboa. Nadie diría que ese portal, sin más cartel que una inscripción antigua -Biblioteca popular, servicio gratuito- esconde un centro con 74 puestos de lectura y casi 6.000 usuarios, según las estadísticas de 2007 de la Subdirección General de Bibliotecas.

En periodos de exámenes hay madrugones para conseguir un buen sitio en su sala de lectura. Lo mismo que en la Menéndez Pelayo, que ocupa dos locales comunicados entre sí en los bajos de otro edificio de viviendas en el número 2 de la plaza de la América Española. Es bastante más grande: tiene 10.000 usuarios y 114 puestos de lectura. De su éxito entre los estudiantes da buena cuenta el hecho de que la Comunidad solía abrirla 24 horas en junio para preparar los exámenes. Pero los contratos de alquiler de las dos salas vencen a finales de año y no se van a renovar, explican en Cultura. Las bibliotecas, además, "tienen instalaciones antiguas y una actividad muy por debajo de la media".

La biblioteca Manuel Alvar será, a partir del sábado, la única -además de una municipal, Buenavista- que quede en el distrito de Salamanca. Es de las más grandes de Madrid: 250 puestos de lectura, 34 de internet, 433.000 libros... Según las estadísticas de Cultura, en 2007 contaba con más de 33.000 usuarios. Es decir, que está a punto de ganar casi un 50% más.

Los usuarios de Concha Espina y Menéndez Pelayo tendrán que ir a consultar libros o a leer los periódicos al edificio blanco, de cuatro plantas, de la calle de Azcona, 42. Desde la primera hay 1,2 kilómetros de distancia; desde la segunda, un kilómetro. En metro, una parada. "El centro del barrio de Salamanca ahora queda sin servicio. ¿Qué va a hacer la gente mayor que viene a leer la prensa?", se pregunta Israel. La Comunidad recuerda que cuenta con un servicio de telebiblioteca (los ejemplares se llevan a casa a los mayores de 65 años). Los fondos de las dos salas cerradas irán a la Manuel Alvar y el personal se repartirá entre otros centros. Israel, que prevé "masificación" de estudiantes, tendrá que irse con los apuntes a otra parte.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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