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EL JEFE DE TODO ESTO | José Luis Cubeiro Espinosa

Los bomberos del aire

El coordinador de los pilotos de extinción de incendios dirige a 30 profesionales

F. Javier Barroso

A José Luis Cubeiro Espinosa no le gustaba el trabajo en el sector inmobiliario. Después de haber estudiado Ciencias Económicas y Empresariales, este madrileño de 44 años se aburría de manera soberana, por lo que decidió dar un cambio de rumbo en su vida. Buscaba acción, quemar adrenalina y hacer algo de servicio público. Y lo encontró. Se hizo piloto de helicópteros y desde entonces ha estado en primera línea de batalla. Ahora ejerce como coordinador de los medios aéreos de bomberos de la Comunidad de Madrid. A su cargo están unos 30 pilotos que se encargan de la extinción de incendios forestales.

El periplo de este piloto nacido en Carabanchel comenzó fuera de España. Ha recorrido medio mundo para ganar experiencia y conseguir así un trabajo bien remunerado. En su currículo constan lugares tan dispares como Estados Unidos, Venezuela o el Pacífico, donde se dedicó a la pesca de atunes. "Allí el piloto busca los bancos de peces y coordina desde el aire los lances de pesca", explica.

"Sufrimos mucho estrés. Hay que tomar decisiones rápidamente"
El momento más difícil es cuando tienen que descargar la cesta de agua

Vestido con un mono azul y una gorra negra con una llamativa bandera española, Cubeiro utiliza un tono didáctico. Detrás hay unas 5.700 horas de vuelo en las situaciones más dispares y peligrosas. Y las últimas de ellas relacionadas con los incendios forestales. "El que se mete en esto sabe que la adrenalina sube mucho. Debe ser algo parecido a la guerra. Sufrimos mucho estrés porque hay que tomar decisiones muy importantes en cuestión de segundos. Algunas de ellas pueden ser vitales en determinados momentos", destaca Cubeiro.

El trabajo del coordinador de medios aéreos consiste en mandar y disponer cómo trabajan los 10 helicópteros con cestas para agua ("helibaldes", en nombre técnico) ante determinados siniestros: "Para ello es fundamental saber la cantidad de agua que pueden coger, la autonomía de vuelo y las características de cada piloto, entre otros muchos factores", afirma.

Estas cestas tienen capacidades que van desde los 1.000 a los 5.000 litros. Dos son los momentos críticos cuando se está en un incendio. El primero, el instante de descargar, que supone contrarrestar la pérdida de miles de kilos; para ello hay que evitar que la aeronave salga disparada por el efecto contrario. Los profesionales reciben un curso de piloto agroforestal, además de entrenamientos anuales para practicar, sobre todo, antes de empezar la temporada.

Pero el momento de mayor dificultad se da cuando los pilotos tienen que llenar las cestas. Ahí hay que meter toda la potencia al helicóptero para retomar el vuelo: "Es preciso tener mucho ojo para elevarse de esa zona de una manera segura". Embalses, lagos, ríos y hasta piscinas son los abrevaderos de estas máquinas de centenares de caballos de potencia. "Cuando hay un incendio forestal, es fundamental que tengan un punto de agua lo más cercano posible. Si está a menos de 30 segundos, está casi asegurada una extinción rápida. Como los helicópteros tengan que desplazarse cuatro o cinco minutos, la cosa se puede alargar mucho", matiza.

Una de las labores del coordinador consiste precisamente en facilitar puntos de toma de agua muy favorables. Muchas veces se acude a piscinas municipales y, en caso de extrema necesidad, hasta privadas. "Mientras no tenemos la autorización del alcalde y la policía o la Guardia Civil no ha despejado toda la instalación, no podemos utilizar esas piscinas, salvo que un chalé o un punto muy importante pueda correr un peligro extremo. Eso sí, cuando lo tenemos, barra libre", explica Cubeiro.

Si este piloto repite una palabra a lo largo de la conversación, es seguridad. En todo momento. Algunos compañeros arriesgan y llegan a rozar las copas de los árboles para dejar el agua justo en el foco del incendio. Otros prefieren perder tanta precisión y asegurarse el vuelo. "Hay que mantener la cabeza fría en todo momento. Se sufre demasiada tensión porque se reciben muchas comunicaciones por la radio, hay que llegar rápido... Y eso pasa factura", confiesa.

José Luis Cubeiro ha participado en la extinción de centenares de incendios. Desde Galicia a Cataluña o las islas. En Madrid recuerda algunos importantes en El Atazar, Valdemaqueda y, por supuesto, el del monte Abantos, ocurrido el 20 de agosto de 1999. Quedaron arrasadas 450 hectáreas, se calcinaron 35.000 pinos y hubo que desalojar a 10.000 personas de San Lorenzo de El Escorial. También se estrelló un helicóptero y resultaron heridos sus tres ocupantes. "Ése fue una locura", resume. "La mayor satisfacción de este trabajo es cuando se logra apagar pronto el fuego. Es como si uno salvara una vida y eso siempre te llena de satisfacción", mantiene el coordinador.

Una de sus normas es sacar todos los medios aéreos a la menor duda o conato de incendio. "Madrid, desde luego, es puntera en medios si se compara con otras regiones", concluye.

José Luis Cubeiro junto al helicóptero de coordinación de bomberos de la Comunidad de Madrid.
José Luis Cubeiro junto al helicóptero de coordinación de bomberos de la Comunidad de Madrid.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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