Los retos de la juez Sotomayor
La primera magistrada hispana del Supremo de EE UU tendrá que abordar casos sobre libertad de expresión y la cadena perpetua para menores de edad
La juez Sonia Sotomayor es desde ayer la primera hispana en el Tribunal Supremo de EE UU, después de una ceremonia de toma de posesión retransmitida por televisión por primera vez en la historia del país. Cuando se estrene el nuevo curso judicial, a Sotomayor le esperan casos complejos, donde se reconsiderará la legislación vigente sobre financiación electoral, libertad de expresión y la aplicación de cadena perpetua a menores de edad.
En realidad, Sotomayor tuvo ayer dos ceremonias de ingreso en el Supremo. En la primera, a puerta cerrada, pronunció el juramento habitual al que se someten todos los empleados del Gobierno federal de EE UU, según el cual se comprometen a "apoyar y defender la Constitución". Luego, lo hizo para el país entero, ante las cámaras y en directo, con una mano alzada y la otra sobre una Biblia que sujetaba su madre. Con su hermano colocado a su izquierda, juró "administrar justicia con respeto a las personas, y hacer el bien tanto a pobres como a ricos".
La toma de posesión fue retransmitida en directo por primera vez en la historia
La juez resolverá un recurso sobre la campaña electoral de Hillary Clinton
Fue la primera vez, en los más de 200 años de historia de la máxima instancia judicial de EE UU, en que las cámaras de televisión retransmitieron este momento. De hecho, durante su testimonio en el Senado en julio, Sotomayor se mostró partidaria de que las cámaras puedan acceder a las salas del Supremo mientras se celebran los juicios, para conseguir una mayor transparencia.
Ayer, el presidente del tribunal, el juez John Roberts, trajo consigo un papel del que leyó el largo juramento, que debía pronunciar para que lo repitiera Sotomayor. De ese modo, evitó equivocaciones como la cometida el día de la toma de posesión del presidente Barack Obama, en enero. Entonces alteró el orden del texto del juramento presidencial, obligando a que se repitiera después en una ceremonia privada.
De familia puertorriqueña, criada en las calles del Bronx neoyorquino, Sotomayor, de 55 años, es la juez número 111 del tribunal y la tercera mujer en ocupar un sillón. Ha sustituido a David Souter -elegido por George Bush (padre) en 1990- que entró en el tribunal como un conservador y lo deja como uno de sus miembros más progresistas.
El primer caso al que Sotomayor se deberá enfrentar en septiembre, en una sesión especial, es un complejo desafío a las practicas de las comisiones electorales norteamericanas y a la forma en que se ha entendido hasta la fecha la Primera Enmienda a la Constitución, que ampara la libertad de expresión. El grupo conservador Citizens United elaboró en 2008 un largometraje llamado Hillary: la película, muy crítico con la que entonces era candidata a la presidencia, Hillary Clinton. La junta electoral federal prohibió la emisión en televisión de anuncios sobre el documental por considerar que era propaganda electoral, prohibida en las jornadas previas a las primarias.
Tras este caso extraordinario, el curso judicial normal comenzará en octubre. A Sotomayor le esperan casos tan complejos como el de decidir si la Constitución prevé la cadena perpetua para los menores de edad sólo cuando cometan homicidio. Hay dos casos pendientes sobre este asunto. Uno de ellos, sobre la violación de una mujer de 72 años por parte de un niño de 13, en 1989, que fue condenado a cadena perpetua sin libertad condicional. En 2005, el Supremo declaró inconstitucional la pena de muerte para menores de edad.
A pesar de que sus detractores en la bancada republicana del Senado la retrataron como una activista política, en su testimonio del mes pasado Sotomayor fue muy prudente. No reveló opiniones preconcebidas sobre temas críticos, como el aborto o las armas de fuego, que seguramente volverán al Supremo mientras la juez ocupe su sillón. En un asunto como la tenencia de armas, dijo: "No tengo una decisión al respecto".
Algo que Sotomayor ya ha hecho por el Supremo es despertar interés por la institución, convirtiéndose en todo un símbolo para la comunidad latina. En una encuesta del canal de televisión CSPAN del pasado mes de julio, un 54% de los norteamericanos se declaró incapaz de recordar el nombre de, al menos, un juez del Supremo. Puede que eso cambie ahora.
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