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ANÁLISIS

¿De qué presumen?

El presidente no ha tenido a bien comparecer ante la prensa tras el archivo por el Tribunal Superior de Justicia de la causa en la que estaba imputado por cohecho. Y eso que había algunas preguntas interesantes que formularle, sobre lo ocurrido y sobre el porvenir. La artillería del Consell y del PP, sin embargo, no paró de disparar ayer en todo el día. Y no eran salvas, ni mera pirotecnia recreativa.

Si Federico Trillo, "al alba y con el viento de levante", marcó el objetivo, que no era otro que la cabeza visible del Gobierno y, de rebote, la Fiscalía Anticorrupción, los populares valencianos aportaron al bombardeo algunas perlas de auténtico disparate. Montaje, manipulación, filtración, sectarismo, periodo inquisitorial... El vocabulario no podía ser más beligerante, hasta el extremo de que el vicepresidente de la Generalitat, Juan Cotino, muy metido en la faena, no pudo evitarlo: "La cacería contra el presidente Camps ha sido una ofensa a todos los valencianos".

Vayamos por partes. ¿Es ofensivo que se investigue a Camps y no que el presidente de todos los valencianos acepte regalos de unos "profesionales del cohecho", como los ha descrito el juez Antonio Pedreira, del Tribunal Superior de Justicia de Madrid? Autoproclamado portavoz, seguro que Cotino no pensó si ofendía a los valencianos cuando aceptó un chaquetón de 300 euros que le regalaron los cohechadores. Ni él, ni una larga lista de consejeros, secretarios autonómicos, diputados y asesores. ¿O tal vez lo que quiere decir es que los cargos públicos pueden recibir alegremente obsequios por miles de euros sin que ocurra nada y sin que la opinión pública se pregunte por el origen y los objetivos de tan generosas dádivas?

En el fondo de todas las soflamas emitidas ayer desde las sedes del Gobierno autonómico y del primer partido valenciano hay una apelación al respeto institucional más bien patética, porque el respeto es algo que se da y se pierde. Ya lo dejó dicho Lichtenberg, hace más de dos siglos, en sus afilados aforismos: "Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto".

Por tanto, toda la euforia convertida, una vez más, en agresividad contra los adversarios no puede evitar que todavía quede mucho que hablar sobre la trama Gürtel, el caso Camps y otros asuntos poco edificantes. La incondicionalidad es enemiga de la razón y el derecho a saber sigue siendo un pilar de cualquier democracia.

El presidente Camps ha superado un trance realmente angustioso, pero no tiene de qué presumir y sigue habiendo preguntas que hacerle. Sin duda habrá ocasión de ello. Honor a quien honor merece.

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