Feijóo greatest hits, vol. 1
Se cumplen cien días de la restauración popular y proliferan las valoraciones sobre cómo va Feijó09 tras derrotar al Dr. Bipartito y convertirse en O Noso Presidente. Mientras la oposición multipartita sigue en terapia, la Voz de los juglares canta sus gestas y la evidencia lo confirma: son éxitos y son grandes. Empecemos por el más próximo: los alcaldes. Ayer caudillos soliviantados por la imposición nacionalista del hábitat, hoy gestores de vuelta a los buenos tiempos: urbanismo es lo que disponga el señor alcalde. Satisfacción entre los felices ciudadanos compradores de los audis de la vergüenza , si es que han vendido alguno. Entusiasmo en el exigente mundo de la empresa, como las dos agraciadas con esa encuesta que descubre la pólvora ya descubierta por el Estatuto: Galicia es bilingüe.
Lo que conduce inexorablemente, siguiendo la lógica de la democracia feijoniana, a mantener el actual decreto para garantizar la igualdad lingüística. ¿O el presidente de todos va a tomar partido? Si es así, ardemos en deseos de saber qué derechos y de qué minoría garantizará: la que quiere gallego, ambas lenguas, una más que otra o sólo castellano. Llámele cordialidad cuanto quiera, pero sólo hay una manera de cumplir con sus compromisos y su nombre es segregación.
Sin salir del sector educativo, más patronal animada por el maná público: editoriales o colegios concertados, especialmente si separan niños y niñas. Ilusión entre la sanidad privada al constatar cómo crecen sus oportunidades en este paraíso de población envejecida y achacosa, pero con seguro. Gratitud sincera entre los beneficiarios de la regalía digita l eólica otorgada por Fraga, a quienes Rueda busca la manera de acceder a los llorados megavatios gratis total: Galicia pone el viento y los gallegos el coste millonario de indemnizar a los actuales adjudicatarios.
Idéntico reconocimiento al éxito presidencial desde Pescanova, a quien se le pone en bandeja la costa gallega con una nota que dice "sírvase usted mismo, y muy agradecido", o desde Citroën, por sus trueques de ayudas públicas por despidos, o desde Caja Madrid y Génova por la falta de criterio feijoniano respecto a la absorción de las cajas gallegas. Aunque para bien atendido, el universo del cemento, el gran beneficiario tras estos cien días que conmovieron la Nazóm. Un buen trozo de presupuesto bipartito se va a resignar a obra pública. No por ser un buen negocio para equilibrar los maltrechos balances de constructores que nadaban en oro hace nada, sino porque crea empleo, es inversión y es bueno. Lamentablemente, no hay forma de reubicar unos pocos millones para educación o dependencia porque eso es gasto y es malo.
Aunque sin duda entre los mayores beneficiarios del cambio se cuentan fabricantes y operarios de instrumentos de cálculo, imprescindibles cuando Feijóo se pone a echar números. Hagamos cuentas. Primero fue el descubrimiento de un agujero de 600 millones, duplicado a la semana siguiente. Luego un plan de choque contra la crisis por un centenar de millones, que medró hasta los 150 para rebautizarse en plan de austeridad. Del choque, pasamos al anticrisis: la madre de todos los planes, primero sumaba 800 millones, a la semana siguiente 1.100 y a la siguiente, 1.200. Éramos pocos y parió la financiación autonómica. Empezamos un viernes pidiendo una cincuentena de millones, subimos a 75 el domingo y acabamos el lunes reclamando el triple.
El día de la votación ganamos 70 millones, pero los perdimos porque eran a cambio de votar afirmativamente, aunque luego resultó que se habían ofrecido el domingo, pero en realidad sólo se prometía la mitad, que ahora mismo está en paradero desconocido. Y la traca final: resulta que le debemos al Estado 1.900 millones. Como prescribe la Ley de los grandes números de Wildavsky: cuanto mayor es la mentira, mayores serán las cifras que la respalden. Bienvenidos a Galicia Sésamo, la lección de esta legislatura es: los números y cómo torturarlos para que cooperen. Hace unos días, en estas páginas, el camarada Pereiro decía que Galicia ya no vive aquí. Debo disentir: vive, pero le han doblado el alquiler.
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