Barenboim, sólo para los más rápidos
Agotadas en dos horas las entradas gratuitas del concierto - El recital se celebrará en un espacio tres veces menor que la plaza Mayor, donde se realizaba desde 2004
En 120 minutos volaron las entradas que el Ayuntamiento de Madrid regaló ayer para el concierto del director de orquesta Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942), mañana a las diez de la noche en Puerta del Ángel. La taquilla abrió a las once de la mañana y los 2.500 billetes disponibles se acabaron enseguida.
Unas trescientas personas, según la organización, se quedaron sin entrada, sin contar con la gente que pudo acudir más tarde en busca de localidades, ya que el horario de taquilla terminaba a las cinco de la tarde. El grupo municipal socialista critica que el concierto no sea en la plaza Mayor, donde caben 7.000 espectadores. Así se hizo desde que Barenboim empezó a dar conciertos de verano en Madrid en 2004, con un homenaje a las víctimas del atentado terrorista del 11-M.
La cola en Puerta del Ángel comenzó a formarse a la nueve de la mañana
La actuación del director se ha convertido en una cita clave del verano madrileño, por su calidad musical y por su relevancia cultural. "Barenboim no es un hombre cualquiera", decía Juan, uno de los afortunados que se hizo con una entrada; "significa mucho como artista, pero también en lo social y en lo político".
Como cada verano, el músico dirigirá a la West-Eastern Divan, una orquesta integrada por españoles, árabes, judíos y palestinos, proyecto que concibió hace una década con el intelectual palestino Edward Said, fallecido en 2003, para mostrar que el conflicto entre Israel y Palestina se puede suturar. Por lo que se vio ayer en Puerta del Ángel, el sonido y la idea de Barenboim, gratis y exquisitos, han calado en los madrileños.
Los primeros cazadores de localidades estaban desde las nueve de la mañana en la explanada del Escenario Puerta del Ángel, en la Casa de Campo. Dos horas después se empezaron a despachar entradas y había una cola de 600 personas, según los cálculos de un empleado que ordenaba el tráfico de melómanos y amigos de los buenos regalos. Una fila de 300 metros serpenteaba en las afueras del recinto del concierto, siguiendo la línea de sombra que dan allí los castaños y cortándose en los claros comidos por el sol.
Las entradas se agotaron en torno a la una de la tarde. Media hora antes, la organización había comenzado a avisar a la gente del final de la cola de que no habría billete para ellos. Con todo, hubo quien, movido por la pasión por Barenboim o por las ganas de leerle la cartilla a la organización, se quedó hasta el final. Los responsables de coordinar el evento tuvieron que escuchar las quejas de un grupo enojado.
Preguntaban por qué se daban las entradas de cuatro en cuatro, lo que puede hacer que haya gente que finalmente deje libre su espacio, y por qué se ha movido el concierto de Barenboim de la plaza Mayor al Escenario Puerta del Ángel, con menos aforo, peor acústica y menos lustre, según comentaba la gente. Uno de los buscadores de entrada más soliviantados ponía su queja en román paladino: "No es sólo una cuestión de cabida. La plaza Mayor es la plaza Mayor, y esto son cuatro latas sobre un cacho de cemento".
Un portavoz del área de gobierno de las Artes, órgano cultural del Consistorio, explicó ayer que el traslado pretende "reforzar la apuesta del Ayuntamiento por dar peso a Puerta del Ángel como centro de los conciertos de verano en Madrid". En cuanto al criterio de reparto de entradas -cuatro por cabeza-, indicó que se trataba de un límite que permitía que una persona "cogiese billetes para ir en grupo".
La oposición socialista en el Consistorio, que ya había cuestionado la idoneidad de este lugar como espacio de conciertos, por motivos ecológicos y de facilidad de acceso, reclamó que Barenboim y su orquesta vuelvan a la plaza Mayor. "Es paradójico que se intente reforzar una apuesta musical reduciendo la cantidad de público y sacando el espectáculo de un escaparate turístico como la plaza", afirmó la portavoz Ángeles Álvarez. Hace un año, según datos municipales, vieron el concierto 4.000 personas sentadas y otras 3.000 de pie desde fuera de las vallas.
Entre los aficionados que se fueron con las manos vacías surgieron deprisa ideas para arreglar el problema. Una, acercarse al aparcamiento exterior del escenario con sillas y víveres para escuchar desde fuera. Otra, lo mismo, pero tras una lomita que está justo detrás de las gradas de Puerta del Ángel. En cualquier caso, como decía flemático un asistente que llegó tarde a la batalla: "A Daniel Barenboim no hace falta verlo. Basta con afinar el oído".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.