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Reportaje:FIN DE SEMANA

Consejos para lidiar con tribus difíciles

Un explorador que dejó su castillo inacabado. Citas en 14 idiomas, murales abisinios y una cacatúa que sabía decir purgatorio. Tesoros expuestos en el castillo de Abbadie, sobre la bahía de Hendaia

Anton d'Abbadie fue un explorador de biografía menguante. Su vida en las enciclopedias se vio reducida edición tras edición conforme se comprobaba que muchos de sus hallazgos eran erróneos. Desaparecieron las líneas sobre su descubrimiento de las fuentes del Nilo y se borró toda mención a sus estudios sobre el magnetismo. Lo que nunca se añadió fueron las apasionantes historias de esclavos que recopiló ni se habló de su manual de amárico que sirvió al mismísimo Rimbaud ni se recogieron sus tres principales consejos para penetrar en tribus difíciles: ir descalzo, desarmado, y aprender a decir en su lengua "vengo a respirar el aire de vuestras montañas". Pero nada de eso dicen las enciclopedias, demasiado entretenidas en reflejar las metas,tenidas en reflejar las metas, no los caminos.

Todas esas lecciones del camino se pueden comprobar en la visita guiada al castillo (6 euros, reservas: 00 335 59 20 04 51) que Abbadie construyó para pasar sus últimos días sobre una colina en Hendaia, una fortaleza que se alza en soledad sobre el primer acantilado de la costa vascofrancesa y que él mismo proyectó junto a Violet-le-Duc. El resultado: una morada excéntrica con dosis de orientalismo y art déco sobre una planta neogótica que es el vivo retrato de su dueño. Situado al final de la larga playa, donde la costa ha dejado dos rocas gemelas plantadas en medio del mar (dunbak en euskera), el castillo se ofrece como un museo ejemplar dedicado al tesón y al fracaso productivo.

La última piedra

Para empezar, la mansión albergó una contundente torre-pozo en la que Abbadie se afanó por estudiar el desplazamiento de la vertical, un experimento que frustraron los movimientos provocados por la llegada del tren echando por tierra unas 2.000 prospecciones. Para continuar, todas las salas están agujereadas para poder ver desde el fondo el monte Larrun y comprobar con ello la refracción de la luz, pero el agujero de entrada quedó finalmente sellado bajo la leyenda: "ez ikusi, ez ikasi", o sea: "no visto, no aprendido". Por último, el para más inri de todas estas empresas frustradas se comprueba en la habitación imperial. Abbadie la construyó para que Napoleón III inaugurara su castillo. La promesa estaba hecha pero el estallido de la guerra francoprusiana torció el viaje del emperador a la vecina Biarritz y todavía hoy se puede comprobar en uno de los balcones el hueco vacío reservado para que la última piedra fuera puesta por tan ilustre mano. Otra obra más inacabada.

El resto de las salas demuestra que a pesar de no conseguir sus objetivos planeados, fue quizás más importante lo que Abbadie aprendió durante su búsqueda. De entrada, nos recibe una balaustrada llena de murales abisinios que muestran con la misma importancia una coronación o quehaceres más cotidianos como la elaboración del pan. Todo ello alumbrado por la estatua de su fiel ayudante etíope Abdullah, antorcha en mano, la única arma que Abbadie permitía en sus exploraciones para ahuyentar leones. En el comedor, forrado con piel de búfalo, todas las sillas llevan una letra al respaldo y juntas forman una leyenda que reza que no hay lugar en la mesa para el traidor. En sus viajes buscando el Nilo o persiguiendo eclipses, Abbadie llegó a hablar 14 lenguas y en ellas están escritas las citas que presiden las salas de su mansión final: sobre el dintel de entrada mil bienvenidas en su gaélico materno. Nacido en 1810, en Dublín, de padre vasco y madre irlandesa, recopiló con su sed de conocimiento un total de 10.000 libros, 1.200 de temática vasca; algunos de ellos se ven en la enorme biblioteca del castillo que en sus dos pisos todavía conserva un agradable olor a pergamino. Destacan sus estudios sobre el euskera y sus cuadernos de viaje, que harían las delicias de Perec, como ése que lleva por título Aquello que yo vi y que recoge listados tan oulipianos como los que enumeran el contenido de sus valijas sin olvidar incluir, junto a los caftanes de seda, teodolitos y sextantes, otros enseres tan primordiales para el viaje como la lentitud.

Junto a los libros, se extiende otra gran sala: el observatorio, con telescopios y espacio suficiente como para albergar un proyecto que pretendía catalogar la posición de 5.000 estrellas. Apasionado por explorar "lo blanco de los mapas", Abbadie se dedicó al final de sus días a investigar el cielo. Con 80 años llegó a desplazarse a Haití para ver el paso de Venus por el sol y en sus últimas voluntades dejó escrito que su castillo fuera habitado por monjes que pudieran completar su ambiciosa cartografía celeste. Fue como pedir la luna. El castillo quedó ocupado por los nazis, que convirtieron esta gran sala en garaje de bicicletas para vigilar la frontera. Después, fue recuperado por la Academia de las Ciencias francesa, que lo declaró monumento histórico. Una vez más, Abbadie firmó aquella sentencia de Beckett: "Fracasa otra vez. Fracasa mejor".

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La habitación con dominante azul está dedicada a su mujer, la rica lyonesa Virginie, a quien se puede ver en un retrato, siempre vestida de blanco y siempre acompañada al hombro por una cacatúa calva que no dejaba de repetir "purgatorio, purgatorio". Abbadie yace junto a Virginie en la última sala que se visita, la capilla del castillo, rodeados de vidrieras orientadas al este para ver nacer el sol y bajo la austera leyenda "más ser que parecer". Como Chateaubriand con su islote bretón, Abbadie también planeó ser enterrado en la tierra de sus orígenes, pero antes quiso morir en la misma cama parisiense en la que lo hizo su admirado político y escritor francés. Para ello alquiló el 120 de la Rue du Bac y esta vez sí, al contrario que en vida, donde tropezó 17 veces con la misma piedra, pudo ver cumplido su cometido final.

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Sobre una colina en Hendaia se erige el Chateau d'Abbadia, proyectado por el mismo Anton d'Abbadie
Sobre una colina en Hendaia se erige el Chateau d'Abbadia, proyectado por el mismo Anton d'AbbadieÓscar Alegría

Guía

Información

» Château d'Abbadia (00 33 559 20 04 51) Carretera de la Cornisa. Hendaia (Guipúzcoa). Horarios: para las visitas guiadas, de lunes a viernes, de 10.00 a 11.30 y de 14.30 a 17.45; visitas por libre: de lunes a viernes, de 12.30 a 14.00. Los fines de semana no hay visitas guiadas y las visitas por libre son de 14.00 a 17.30. Entradas para las visitas guiadas: 6,60 euros. Niños de entre 6 y 13 años, 3,30. Menores de 6 años, gratis. Tarifa para familias compuestas por dos adultos y dos niños: 17 euros. Visitas por libre: adultos, 5,50; niños, 2,70, y familias, 14 euros.

» Turismo de Hendaia (00 33 559 20 00 34). www.hendaye-tourisme.fr (ofrece información sobre alojamientos y restaurantes).

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