Un susto en plena carrera
El presidente francés Nicolas Sarkozy fue ingresado el domingo en el hospital militar Val-de-Grâce de París. Había salido a correr por los jardines de su residencia de La Lanterne, en Versalles, y le dio un desmayo. Carla Bruni acudió en moto para ayudarlo y se comportó como una esposa impecable: lo acompañó las 20 horas que pasó ingresado para someterse a todo tipo de pruebas y luego salió del hospital con él de la mano. El diagnóstico médico habla de "mareo lipotímico" en un momento de "gran acaloramiento" y se refiere a "un contexto de fatiga ligada a una carga de trabajo importante". Nada grave, en suma. Sólo un aviso.
Francia puede respirar tranquila frente a semejante derroche de transparencia. Cuando a Sarkozy lo intervinieron de un ganglio en la garganta el 21 de octubre de 2008, nadie supo nada hasta mucho más tarde. Como es tradición en el país vecino. El presidente Georges Pompidou murió en 1974 al frente del timón por un caso raro de cáncer de sangre, pero las primeras noticias de que padecía el mal no las dio su viuda hasta 1982.
Del cáncer que le diagnosticaron en 1981 a François Mitterrand poco después de llegar a la presidencia, los franceses se enteraron después de la operación que le hicieron en 1992. Y en cuanto a Jacques Chirac, tuvo un problema vascular cerebral y lo hospitalizaron sin que ni siquiera se enterara, en un primer momento, el primer ministro.
Seguramente en el susto de Sarkozy la culpa no la tenga su gusto por ir por ahí corriendo. Le Monde habla de él como del omnipresidente, la prensa norteamericana lo ha bautizado como Speedy Sarkozy y muchos lo conocen ya como el presidente Duracell. No para. Está en todo y en todas partes. Y encima cumple un régimen de adelgazamiento.
Las autoridades sanitarias le han recomendado "un reposo relativo de varios días". Hoy presidirá el último Consejo de Ministros antes de irse de vacaciones. En agosto pasado las interrumpió para salir zumbando a resolver la crisis de Georgia. Es verdad que ahora no preside la Unión Europea, pero le va a costar estarse quieto. De ahí lo de "relativo". Una fórmula perfecta para saltarse la recomendación en cualquier momento.
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