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Crítica:música
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Espectáculo de evasión

Si la ópera como género de arte sucumbió a manos del cine, muy probablemente la zarzuela lo hizo apuntillada por la televisión. El humor blanco hasta la candidez de muchas obras de ese repertorio fue asumido por Los Chiripitifláuticos y ya no hubo regreso a los teatros populares. Quedó la antología, es decir, la arqueología, como la que ahora ha propiciado el centenario de la muerte del alicantino Ruperto Chapí (1851-1909). El rey que rabió ha llegado al Festival de Peralada (Girona) procedente del Palau de les Arts de Valencia. Ha valido la pena: bien cantado, bien tocado, mejor escenificado.

Emilio Sagi es gato viejo en estas lides. Su propuesta logra dar contemporaneidad teatral a lo que ya no puede conseguirla como género musical, y eso es muy de agradecer. La sucesión farragosa de cuadros, causante de una lentitud que la modernidad ya no estuvo en grado de asumir, queda resuelta en este montaje con una escena desnuda, impecablemente iluminada por Albert Faura, por la que se suceden a la velocidad del rayo solistas y masas corales, sin tiempo para el aburrimiento. Añádase a ello un vestuario hippy-pop (Pepa Ojanguren) de extrema vistosidad y eficacia, y una gestualidad de revista de Broadway, y se tendrá un espectáculo bien construido y sobre todo distraído, que es lo que fundamentalmente se propuso la zarzuela: entretener.

EL REY QUE RABIÓ

De Ruperto Chapí. Intérpretes principales: P. A. Martín Reyes, E. de la Merced, E. Sánchez, M. Esteve, J. Suárez, A. Poveda, L. Cansinos, D. Rubiera, L. Moncloa, B. Giner, J. L. Gago. Orquesta y coro de la Comunidad Valenciana. Dirección escénica: Emilio Sagi. Dirección musical: Jordi Benàcer. Festival de Peralada, 25 de julio.

Estrenada en Madrid en 1891, El rey que rabió está considerada como la primera opereta española que sorbe los vientos llegados de París (Offenbach) y Viena (Lehár). Puede. Pero desde luego no hay que olvidar la influencia del belcantismo romántico, pasado por el de Rossini. Al que legítimamente se puede añadir otro, que se halla en las antípodas: el de Puccini, muy concretamente en los interludios orquestales que la Orquestra de la Comunitat Valenciana dirigida por Jordi Bernàcer interpretó soberbiamente. Puccini, en efecto, arrasaba por la época.

La zarzuela no oculta así su condición de género de citas, y en este sentido hubiera casado bien con la posmodernidad, de no ser porque los referentes de esas citas se han diluido irremediablemente. En fin, queda dicho: buena música, buenos intérpretes -especial reconocimiento al Coro de la Generalitat valenciana-, buena escenificación. Un espectáculo de evasión que se agradece en esta época.

Un momento de la representación de la opereta <i>El rey que rabió</i> en Peralada.
Un momento de la representación de la opereta El rey que rabió en Peralada.MIQUEL GONZÁLEZ

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