Ojo con la tercera generación
El síndrome de la tercera generación se ha declinado para la burguesía catalana, desde tiempo inmemorial, según esta secuencia: el padre crea, el hijo expande y el nieto arruina.
Félix Millet, el patrón del Orfeó Català, la entidad dueña del Palau de la Música barcelonés, seguramente el más bello auditorio musical europeo, amenaza con cumplir holgadamente esa secuencia maldita.
El tío abuelo, Lluís Millet i Pagés, creó el conjunto coral y lo dotó del edificio modernista, alzado por Domènech i Montaner en pleno éxtasis cultural catalanista. Papá, Félix Millet i Maristany, fue un notable financiero y mecenas, reactivó el Banco Popular y patrocinó toda suerte de resistencias (moderadas, católicas, implícitas) al caudillismo imperante.
El sobrino-nieto también ha realizado una sustanciosa labor cultural: la restauración y ampliación del auditorio, de la mano del divino arquitecto Óscar Tusquets; y el lanzamiento del primer centenario de la casa, con una sólida programación. Que el mérito vaya por delante. Ha puesto en solfa una parte del patrimonio mundial de la humanidad, incluida en el catálogo de la Unesco. Pero, cosas de la vida, el tercer Millet alberga la molesta tendencia de que le bailen las cifras. No sólo porque la remodelación del auditorio haya triplicado el presupuesto inicial, enojoso detalle que comparte con obras como la de la T-4 del aeropuerto madrileño.
No sólo por eso. Sino porque al parecer de la fiscalía y de los Mossos d'Esquadra, tantos recursos, privados y públicos, empleados en la ampliación del Palau han sufrido desviaciones notorias, superiores a los dos millones de euros, hacia, oh, bolsillos privados no legitimados. Al menos han encontrado serios indicios de esa evaporación en un registro policial exhaustivo en el Palau, una escena todo indica que justificada, pero que deja una ominosa imagen al templo cultural del barrio antiguo barcelonés. Y que plantea la urgencia de que las instituciones controlen la fundación responsable, dirigida por Millet. Don Félix, un añejo pujolista convertido al aznarismo, contabiliza con éste su tercer episodio financiero-judicial. El segundo (Renta Catalana) acabó en condena y prisión. Veremos éste.
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