_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Canapé: ética y estética

Tendrá que ver con la crisis, pero de un tiempo a esta parte escasea el canapé. Uno agavilla su colección de invitaciones, se ajusta la corbata y emprende el semanal itinerario de presentaciones, eventos y homenajes. Y de pronto, presentaciones, eventos y homenajes toman un aire sencillo, se vuelven espartanos. Es el canapé o, mejor dicho, la ausencia del canapé. Las cosas han cambiado hasta el punto de que el canapé desaparece, o queda reducido a la mínima expresión: cacahuetes, peladillas, delicias de antropoide. Lejos quedan los tiempos en que un cóctel cerraba el evento y dejaba cenado al asistente. Lejos los tiempos, en fin, en que la asistencia a un paraninfo y el aplauso consiguiente venían gratificados por tan piadoso refrigerio. por tan piadoso refrigerio.

Pero no todo son desventajas. El cóctel venía trufado de momentos embarazosos, imputables a la intrínseca crueldad de los servicios de restauración. Por ejemplo, hay un hotel en mi ciudad, epicentro de toda clase de eventos sociales, cuya lindeza favorita eran los fritos de chuletilla de cordero. Se trataba de unos objetos diabólicos, temibles. Los camareros patrullaban con sus bandejas llenas de chuletillas rebozadas en bechamel, huevo y pan rallado. Uno cogía la chuletilla y debía luchar a tientas con el hueso, con los tendones, con los grumos de grasa. Eran pinchos impracticables, un atentado al buen gusto y a las normas que gobiernan la alimentación delante de extraños. Había que digerir de golpe trozos de hueso o de sebo, para no andar expulsando cosas por la boca, y entre tanto llevar en la mano el hueso principal, a la espera de que algún piadoso camarero se acercara con un plato donde depositar la carroña. En fin, todo un engorro, más si uno debía saludar en el camino a damas y caballeros, escritores y editores, viceconsejeros, subjefes y agregados.

Y hay más ventajas en la desaparición del canapé: la vida social se vuelve dinámica. En efecto, los actos de homenaje, las entregas de premios, las inauguraciones, las sesiones de apertura, las sesiones de clausura, las sesiones intermedias, pasan ahora en un suspiro. Gracias a la restricción presupuestaria los asistentes pueden llegar a casa a una hora razonable, ver a los niños aún despiertos, intercambiar alguna palabra con el cónyuge que custodia el hogar.

Cuando no hay canapé, todo es más fácil. Es como más ligero: las entregas de placas, diplomas y estatuillas; las interpretaciones de ochotes, rondallas y orfeones; los reconocimientos al empresario del año, al tirador de dardos del año. Clusters, organismos autónomos, diputaciones forales, grupos de comunicación, cajas de ahorros, editoriales, todos se aprietan el cinturón. Concluye el acto en un suspiro y, de ese modo, casi con lágrimas en los ojos, llegamos a tiempo de ver despiertos a los niños y cenar con ellos algo, algo que no son canapés.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_