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Columna
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Proteccionismo de baja intensidad

Joaquín Estefanía

A dos años del comienzo de la gran recesión se pergeñan cada vez con más nitidez las diferencias entre las respuestas a las actuales dificultades económicas y las que asolaron al mundo en la década de los treinta del siglo pasado, objeto de tantas analogías. Entre esas diferencias cabe subrayar tres: primero, la distinta calidad de las soluciones de las autoridades públicas. Las políticas monetarias y fiscales aplicadas lo han sido de modo más rápido y contundente que en la Gran Depresión, aunque haya habido diferencias en velocidad y profundidad entre EE UU y Europa.

Segundo, ahora no hay alternativa ideológica a la economía de mercado como en los años treinta, en pleno auge del comunismo. Hoy sólo los más arriesgados hablan de refundar el capitalismo (grupo al que sorprendentemente se ha añadido el secretario del Tesoro de Obama, Timothy Geithner, que ha declarado que "la vuelta al crecimiento económico pasa por la refundación del sistema") y los más reposados, partidarios tan sólo de reformarlo, regulándolo y embridándolo.

No se han generalizado políticas de perjuicio al vecino como hubo en los años 1919 y 1939

Y tercero, y no menos importante, que a pesar de los abundantes casos de proteccionismo ("proteccionismo de baja intensidad", lo ha calificado la Organización Mundial de Comercio -OMC-) no se han reproducido de modo generalizado las políticas de perjuicio al vecino, como en las dos décadas comprendidas entre los años 1919 y 1939, de tan infausta memoria.

Detengámonos en este último aspecto. Como en todas las crisis, ahora hay una reducción del comercio mundial, pero en unos porcentajes desconocidos desde principios de la década de los años ochenta. Según las recientes previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el comercio mundial se reducirá más de un 12% en el año en curso, mientras la OMC pronostica una caída del 10%. Las causas de esta retracción se deben a la contracción de la demanda, al shock de la financiación del comercio (que cubre hasta el 90% de las operaciones que se hacen con bienes y servicios) y al incremento del proteccionismo.

En el informe que el director general de la OMC, Pascal Lamy, presentaba hace una semana a la institución en su sede de Ginebra, se señalaban entre otros, los siguientes datos: de las 119 medidas adoptadas en los últimos tres meses por la Unión Europea (UE) y otros 24 países, un total de 83 podían considerarse restrictivas para el comercio; el número de reglas con efectos de restricción o distorsión del comercio desde el 1 de marzo de 2009 es más de dos veces superior a las de liberalización o facilitación del comercio. A pesar de ello, Lamy reflejó que "en general, se ha evitado el recurso a medidas proteccionistas de elevada intensidad".

Estos casos coinciden con los que el FMI hizo públicos el pasado mes de abril, pocos días antes de que se celebrase la cumbre del G-20 en Londres: entre noviembre de 2008, fecha en la tuvo lugar la anterior reunión del G-20 de Washington en la que se denunció con rotundidad el proteccionismo como un peligro para la recuperación, y el cónclave en la capital británica, 17 de los 20 países habían adoptado 57 nuevas medidas proteccionistas. Es decir, había primado la retórica sobre la realidad, con gran diversidad de instrumentos, desde las ayudas al automóvil de Sarkozy hasta el buy american de la Administración Obama. El proteccionismo comercial selectivo no es propio sólo de las crisis, aunque en los momentos bajos del ciclo se exacerbe, sino que ha sido una de las características de la globalización aún en tiempos de la prosperidad, como manifiesta de modo permanente, por ejemplo, la política agraria común de la UE.

En la reciente cumbre del G-8, en L'Aquila (Italia), a la que estuvieron invitados algunos de los más relevantes países emergentes, se tomó, una vez más, el compromiso de finalizar la Ronda de negociaciones de Doha sobre la mayor liberalización de los intercambios de mercancías y servicios, en el transcurso del año 2010. Han sido tantas las veces en que se han repetido este tipo de declaraciones voluntaristas que no cabe más remedio que ser un poco renuentes sobre las mismas.

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