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Columna
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Por las nubes

Confesaré que durante el reciente duelo entre Ryanair y las autoridades valencianas por una vez me puse (en la intimidad) de parte de estas últimas. Porque se percibía, en la chulesca exigencia económica de la aerolínea irlandesa, una especie de chantaje intolerable, aunque sea cierto que los vuelos baratos atraen visitantes a las ciudades que conectan, y también que han favorecido la movilidad de quienes antes no se lo podían permitir, al menos con frecuencia.

Viajar espabila. Y recién aterrizadas que estamos, aún bajo el síndrome de la clase low cost, no nos ha extrañado la enésima denuncia de una organización de consumidores por lo que se pueden considerar sucesivas tomaduras de pelo. Pero más que resumir el último informe puede ser ilustrativo el relato de la pequeña odisea de estas turistas, no por veteranas menos boquiabiertas.

Compramos los billetes en febrero y aún así tenían poco de económicos. Para no encarecerlos renunciamos a facturar equipaje, sin que se nos advirtiera de que en cabina sólo está permitido un bolso de hasta 10 kilos. Esto lo sabríamos unos días antes de la salida, junto con la amenaza de que en caso de sobrepasarlos serían perfectamente capaces de dejarnos en tierra. Así que finalmente abonamos el derecho a facturar un maletín de 15 kilos, nada comparable al baúl de doña Concha Piquer (según qué aeropuerto hay que pagar para pesarlo). También adquirimos la "prioridad" para entrar en el aparato con la esperanza de sentarnos en las primeras filas y evitar el mareo. La compañía quiere clientes modernas, y eso nos obliga a saber inglés (idioma en que llegan las comunicaciones) y por supuesto a tener Internet e impresora en condiciones. No hay otra forma de comprar más que on line y con tarjeta de crédito, pero también se paga por ello. Ni otro modo de obtener las tarjetas de embarque.

Fatalidad. Por un fallo no detectado, en el aeropuerto falta una de las tarjetas. Nos cobran 10 euros por reemisión. Y gracias, que si no hubiéramos hecho el check in on line serían 40. Es imposible añadir servicios a la reserva.

Minutos más tarde, la encargada de la fila hacia el control de seguridad me devuelve al corral: necesito un sello en la tarjeta de embarque. En el mostrador: "Huy, perdón, se me ha olvidado". Pero yo no puedo penalizar a la despistada que me obliga a recorrer de nuevo la terminal y a guardar turno otra vez (¿y si hubiera llegado tarde?). A la hora prevista, por sorpresa, cambian la puerta de embarque: a la otra punta. Cuando la encontramos ya han subido decenas. Oiga, la priority... ¿para qué sirve?

El buenos días es gratis. Y también el roce carnal con el vecino del angosto asiento, aunque no andes metidita en carnes (que también se pagará, el sobrepeso). Y si son autorizados los "asientos de pie" (aunque el fabricante Boeing se ha negado) una se podrá sentir tan confortable y sobada como en el 81 en hora punta.

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Durante el vuelo, todo lo demás tiene precio, aunque todavía no el derecho a ir al aseo. Disculpen lo escatológico, pero ya está llegando el día en que tarifen las evacuaciones (por arriba o por abajo) según sean sólidas, líquidas o gaseosas.

PD. Ahora resulta que el vuelo directo Valencia-Nueva York de Delta Airlines no es rentable y se suspenderá durante el otoño-invierno. Ha durado lo justo para que las autoridades del PP pudieran hacer electoralismo ante las europeas, tolerado por la Junta Electoral Provincial y criticado ahora por la Central. Hay jueces que están en las nubes.

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