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Columna
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Dos años después: las secuelas

Joaquín Estefanía

El próximo sábado se cumplirán dos años desde que el banco de inversión Bearn Stearns dejó caer unos fondos relacionados con las hipotecas de alto riesgo, comenzando oficialmente una crisis que ha llegado con gran intensidad hasta hoy. Bearn Stearns dejó de existir al ser absorbido por JPMorgan con las muletas de la Reserva Federal.

Los aniversarios redondos suelen ser utilizados para hacer balance, y en este caso lo vamos a hacer sobre España, uno de los países que más está sufriendo las secuelas de lo que empezó siendo el estallido de una burbuja inmobiliaria en EE UU para devenir en una gran recesión global. Para describir la gravedad de lo acontecido se pueden usar multitud de datos como la reducción de la demanda, el consumo, la inversión, cuentas públicas, destrucción de empresas, etcétera, pero bastan dos que resumen la caída: hace dos años el PIB de España crecía a tasas cercanas al 4% (en un ciclo que duró 14 años) y a finales de 2009 la economía caerá alrededor del 4%, según el FMI; en ese periodo, el paro de nuestro país se habrá más que duplicado y los más realistas piensan que se acercará al 20% de la población activa el año que viene. Mucho más que cualquier país de nuestro entorno.

Cuando se vuelva a crecer, se partirá de unas condiciones mucho peores que con las que se entró en la crisis

Como consecuencia del desempleo y del parón de la economía, la principal secuela de la crisis será el empobrecimiento de la sociedad, en unos términos desconocidos para varias generaciones. Por ejemplo, según el informe anual del Banco de España, el proceso de riqueza negativa de las familias españolas es el siguiente: el valor de sus activos financieros se redujo en 2008 un 12%, y la pérdida del valor de sus activos inmobiliarios, un 8%. La riqueza neta total de las familias (la financiera y la inmobiliaria menos las deudas) cayó en 2008 respecto al año anterior -es decir, a falta de cuantificar lo que está pasando en el ejercicio actual, lo que agudizará las tendencias- un 7%.

No hablemos hoy del endeudamiento público, tan espectacular en su aumento al haber sido la principal arma para que la recesión no deviniese en depresión y para mantener los niveles de protección de los más afectados, sino del privado. Según la memoria del Consejo de Consumidores y Usuarios, por citar otra fuente, el sobreendeudamiento familiar es una de las características centrales de la economía. En 2008, el endeudamiento de los hogares y entidades privadas alcanzó un máximo del 143% de la renta disponible, que no tiene precedentes en nuestra historia económica "y que probablemente se repetirá en 2009". En 1996, este endeudamiento apenas superaba el 43,3% de la renta familiar. Es decir, en poco más de una década se ha multiplicado por más de tres.

Otras tendencias: según las proyecciones del INE, a finales de 2009 los hogares se habrán empobrecido por primera vez en 15 años; la renta por habitante se alejó en 2008 del nivel de los 15 países más antiguos de la Unión Europea, según la oficina de estadísticas Eurostat (del 94,3% del promedio de los 15 al 93,6%); y aumentó exponencialmente el número de personas atendidas por Cáritas, para resolver problemas de alimentación, vivienda y gastos sanitarios.

Es necesario situar este balance de las secuelas de la crisis en el primer foco de atención, para evitar ensoñaciones sobre la salida de la misma y hacer pedagogía política. Cuando se vuelva, con lentitud, a la senda del crecimiento, se partirá de unas condiciones mucho peores que con las que se entró en la recesión en materia de paro y empobrecimiento de la mayor parte de la población. Los niveles de bienestar no serán los mismos y la sociedad será distinta de la de antes. Hay que evitar lo que dice ese personaje de El Club de los Canallas (editorial Anagrama), la estupenda novela del británico Jonathan Coe: "Sí, he aprendido de mis errores y estoy seguro de que podría repetirlos perfectamente".

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