La tensión urbanística en Val Miñor ha provocado asaltos y palizas a concejales
Las tensiones urbanísticas, singularmente en Nigrán y Gondomar, han provocado palizas a concejales, quema de coches, la toma por asalto del Ayuntamiento de Nigrán para impedir la aprobación de un planeamiento... ¿Es el Val Miñor sitio distinto?
El clima más soleado, que anima a tomar la calle, y la tradición "guerrera" de Vigo, que germina en el tardofranquismo como un rasgo de talante y se difunde por su área de influencia, convergen para estimular las movilizaciones vecinales de protesta frente a decisiones urbanísticas, en el Val Miñor como en O Morrazo, y podría admitirse como un rasgo sociológico diferenciador. Pero que en ningún caso agota las explicaciones de la realidad.
El Val Miñor, apunta la urbanista Ana Fuentes, se integra en el área desarrollada de Galicia que agrupa al 80% de la población y de la economía autonómicas, vertebrada por la autopista AP-9, que ha introducido cambios muy rápidos en los procesos económicos y sociales. Todas las Rías Baixas están bajo esa impronta, con Sanxenxo como referente alternativo de conflictividad urbanística. "Clasificar esos municipios como rurales marca una disociación con la realidad social y económica que viven y protagonizan. No reconocer el desfase implica que no le vamos a dar solución", afirma Fuentes.
En ese marco general ha incidido en las últimas décadas la especulación salvaje del suelo, que ha movido cantidades ingentes de dinero a la vista de todo el mundo, también de los propietarios del suelo, estimulados así a pedir siempre más, y, cómo no, para pagar la corrupción intachable que menudea, de manera comprobada, entre políticos, funcionarios, asesores y técnicos de la comarca.
El frecuente choque del interés general con los particulares ha levantado chispas y crispaciones como las que se citan, expresiones puntuales que son de una realidad más pesarosa y permanente: las ronchas de feísmo y caos en un territorio de natural bello y armonioso.
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