Biografía de una anchoa
Con la anchoa siempre hemos sido injustos, y ahora le ha tocado la cruz que ha puesto sobre ella Rita Barberá, la alcaldesa de Valencia. Ya la había consolidado el cántabro Revilla como objeto de regalo, y Rita la convierte en un instrumento de corrupción. Y todo lo hace la señora Barberá por defender al señor Camps, su correligionario. Rajoy había dicho que quienes persiguen a Camps son inquisidores. Para la alcaldesa son traficantes de anchoas. Qué contraste de sabores.
Ella tiene derecho a defender a Camps, faltaría más; y no es la única. Es verdad que es la única a la que se le ha ocurrido semejante metáfora que deja a la anchoa a la altura del tiburón. Es curioso: cuando se habla de gente capaz de hacer de la nada un dinerito, se cita al tiburón como estímulo para imaginar sus habilidades. Ahora ha habido un caso, el del ex jefe de los espías, Alberto Saiz, que saltó a la palestra, entre otras cosas, porque lo hallaron cautivando a un pez espada y trucó las fotos. Pez espada, tiburón, anchoa. Qué mar tan animado.
La anchoa no se había visto en otra. En el triste camino que hizo Antonio Machado hacia el exilio y la muerte, en La Escala, la anchoa es algo así como el sabor del paraíso; pero Machado pasó de largo, hacia un destino que le aguardaba desnudo como los hijos de la mar. Ésa sí que era una metáfora: desnudo, como los hijos de la mar.
Pero Barberá no fue a las sutilezas de la poesía, sino a las vituallas de la guardarropía, y perdón por el pareado. ¿Un traje? Y qué más da: peor son las anchoas. ¿Peor? Las anchoas son riquísimas, y aunque cuesten baratas -lo dijo Revilla-, alimentan y entonan. Demasiada sal es un peligro, pero también las dan sin sal; ahora cualquier cosa, hasta los trajes, los hacen sin.
Las anchoas son, pues, un alimento recomendable. Y por eso lo regala Revilla. Claro, él regala anchoas del Cantábrico, que son las que Rita ha convertido en instrumento del cohecho. Le regaló anchoas a Zapatero, persíganlo. Luego resultó que le regala anchoas a todo Cristo, incluidos Camps y Rajoy.
Podía haberle regalado anchoas a Rita Barberá. La primera vez que este cronista vio a la alcaldesa, ella comía anchoas con tomate en una arrocería de Madrid, antes de abordar el patriótico gesto de hacerle los honores a una paella de mariscos, quizá de Vinaroz. De las mejores cosas que exhala Rita Barberá es la consistencia del apetito. El apetito es una manera de ser. Quien disfruta teniendo hambre porque está seguro de que va a saciarlo sabe que la anchoa abre el apetito. A lo mejor lo que Rita Barberá ha querido hacer es abrirnos el apetito a todos, incluido a Camps. Y de paso le ha hecho una propaganda inmensa a la anchoa del Cantábrico. La reina del sabor.
jcruz@elpais.es
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