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Columna
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El tiempo de la justicia

A mí me preocuparía que cada vez que la corrupción -o cómo gestionarla mediáticamente- aflorara en la agenda de mi partido el protagonista siempre fuese yo. A Blasco no. Experto mundial en gestionar residuos tóxicos políticos, este rey del vertedero político que es hoy el PP valenciano, ha dado orden de corear la que será la consigna con la que enfrentarse al próximo ratito largo o escaloncito: "Todo acabará en nada cuando los que juzguen sean de los nuestros". Su estrategia se basa en la supuesta filiación política de uno o varios jueces de la sala. En el colmo de la desvergüenza, Camps y Blasco tienen por toda táctica la que no es más que un insulto a los magistrados del TSJ: "Tranquilo todo el mundo, como los magistrados son de derechas mirarán para otro lado". ¡Qué indecencia! En su delirante irresponsabilidad dinamitan la piedra angular sobre la que descansa la credibilidad de la Justicia: la imparcialidad. Me niego a creer que los jueces de la sala del TSJ obviarán los hechos que las pruebas practicadas y el auto del juez Flors ponen de manifiesto. Me niego a creer que los magistrados del alto tribunal valenciano hagan nada diferente de lo que es su obligación y su responsabilidad, que no es condenar a Camps sino dejar que se investigue, hasta las últimas consecuencias, si los indicios apreciados por la Audiencia Nacional, la Fiscalía Anticorrupción, la policía judicial y el juez instructor se sustancian finalmente en una pena o se rebaten en un juicio justo y con garantías. La verdad, señor Camps, no necesita jueces de derechas ni de izquierdas; la verdad, para prevalecer, sólo necesita jueces.

No ha salido desde las filas del PSOE de esta Comunidad, y no saldrá, ni un sólo comentario, descalificación o intento de condicionar a ningún magistrado -y eso que para ese baile no nos han faltado invitaciones. En una sociedad como la valenciana, con un gobierno colapsado por los casos de corrupción que afectan a sus miembros, con un parlamento secuestrado por una presidencia esperpéntica y amputado de toda capacidad de control sobre el gobierno y con una televisión pública dirigida por uno de los principales protagonistas de la trama de corrupción administrada por Correa, la necesidad de la acción de la justicia, de creer -mas allá de la devoción o la fe ciega- que en el ánimo de los jueces del TSJ prevalecerá su sentido del deber por encima de toda otra consideración es casi la única esperanza de una sociedad civil desamparada.

El PP controla el tiempo del desgobierno, el de las instituciones que amordaza y el de los medios a los que extorsiona pero éste es otro tiempo: el de la Justicia. Así que quienes bienintencionadamente, o no, se me acercan con la cantinela de Blasco, pueden tratarme de ingenua, como lo hicieron antes. Tal vez, confiar en la justicia y en quienes reside la potestad de administrarla, sea una ingenuidad, tal vez. Pero sinceramente no tengo, ni creo que los demócratas tengamos otra estrategia posible. Sinceramente, creo que no queremos otra.

La sociedad valenciana necesita creer en la imparcialidad de sus jueces tanto como necesita respuestas. Respuestas que den credibilidad al sistema democrático, que alejen el cáncer de la impunidad de la política valenciana. Respuestas a preguntas como: ¿Es o no Ricardo Costa miembro de la trama de corrupción? ¿Para qué se reunía con Correa, con Álvaro o con Crespo? ¿Es o no miembro de la trama de corrupción el director de RTVV, el señor Pedro García? ¿Qué es esa "mierda" de la que hay que sacar a Alvarito? ¿Cuánta de esa mierda afecta a los valencianos y valencianas? ¿Qué hacia en el despacho de Correa en Madrid Ricardo Costa? ¿De qué conocía a Isabel Jordán? ¿Cuál es el grado de implicación de Camps en esa trama..., en una trama dirigida y organizada por un íntimo amigo suyo, compañero de todo tipo de viajes cuyos itinerarios podían discurrir por los paisajes del Valle de Cofrentes, para acabar en las suites de lujo del Ritz? Sin esas respuestas, sea cual sea el final de las resoluciones judiciales adoptadas, Camps será siempre culpable. Culpable de haber mentido a los valencianos y valencianas. Culpable de convivencia y connivencia con la mayor trama de corrupción política destapada en la historia de este país. Culpable de la enorme irresponsabilidad y negligencia de haber sumido a esta Comunidad en la mayor crisis institucional de toda su historia, al altísimo precio del desgobierno y la supremacía de la impunidad como valor ético. Sin ninguna duda, culpable.

Cristina Moreno es diputada en las Corts por el PSPV-PSOE

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