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Feísmo después de la muerte

Los vecinos de O Barco han recibido un ultimátum: deben adecentar el cementerio

El camposanto municipal de O Barco de Valdeorras es, en realidad, "un cementerio precioso", que puede tener casi dos siglos, presume su responsable supremo, el concejal Luis Arias. Pero hubo ahí un tiempo, hace 25 años, que a los vecinos se les dejó hacer; e hicieron nichos y panteones de bloques de cemento, y en vez de cerrarlos con una tapa de mármol los dejaron al aire o los cubrieron malamente con tablones, planchas metálicas y uralitas. Uno de los propietarios, por no gastar, recurrió incluso al sistema habitual de cierre que tantas veces se ve en las leiras de la comunidad, el muy gallego somier-cancela, y lo plantó sin el menor remordimiento estético sobre la boca de su panteón subterráneo con capacidad para cuatro sepelios. Ni hecho de encargo se hubiera ajustado tan bien.

"Los albañiles y los marmolistas están encantados", asegura el concejal
Las tumbas, llenas de basura, están tapadas con chapas, uralitas y un somier

Pero el pikolín usado a modo de lápida, ideal para un descanso eterno, al menos evitaba las caídas de los vivos al abismo. El Ayuntamiento tiene constancia de que, al menos, dos mujeres que habían ido al cementerio a cambiar las flores de sus familiares muertos terminaron precipitándose al fondo de alguno de estos panteones bajo tierra. Es lo que se llama caer a tumba abierta, porque otros vecinos, concesionarios asimismo de sepulturas municipales, han preferido ahorrarse la losa hasta el día que les muera un pariente. Para eso pagan religiosamente un seguro de decesos.

En estas tumbas sin tapa, además, se vienen acumulando el agua de la lluvia y la basura desde hace tiempo. Dentro de los huecos han aparecido fregonas viejas, paños cochambrosos, botellas vacías, flores marchitas, plásticos rojos de candelas consumidas. Quienes arrojan todos estos desperdicios a los nichos abiertos son los usuarios habituales del camposanto. Pero para el Ayuntamiento la culpa es de los propietarios sin difuntos que llorar, porque no han cerrado las tumbas, no se pasan a asearlas nunca ni abonan la cuota anual de limpieza (3,50 euros por nicho; 7 por panteón). "Estas personas, en muchos casos, ya ni viven en O Barco", explican desde la casa consistorial, "algunos quieren los nichos para alquilarlos, una práctica que es del todo ilegal".

Arias, concejal delegado de Medio Rural y del Cementerio, es decir, edil para todo lo que tiene que ver con el campo y la vuelta a la tierra, llevaba cuatro años intentando poner orden "por las buenas". "Me cansé de colgar carteles en el tablón de anuncios del cementerio", cuenta, "así que decidí mandarles la carta a los propietarios, y marcarles una fecha límite para adecentar aquello".

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El escrito, que muchos de los afectados se han tomado como "una amenaza", advierte a los vecinos partidarios del feísmo fúnebre de que "en el improrrogable plazo de 45 días" deben proceder "al acondicionamiento y decoro" de los panteones familiares. "Su estado actual", sigue exponiendo la carta, "desdice por entero del entorno que por norma se viene manteniendo en este cementerio". Y, en caso de que los propietarios no hagan nada, concluye el texto, "el Ayuntamiento se verá obligado a iniciar el oportuno expediente, para que la cesión que en su día se autorizó, revierta nuevamente" en el consistorio.

Luis Arias está de veras satisfecho con el resultado que ha obtenido esta vez. El ultimátum "está funcionando", y aunque hay barquenses que están de veras cabreados, otros (los de los nichos aledaños que sí están cuidados) opinan que ya era hora. "Parece que con golpes de efecto como éste es como se consigue mover a la gente", comenta el concejal, "a todos les asusta perder una concesión que es a perpetuidad". "Muchos ya se pusieron manos a la obra", cuenta feliz el responsable del cementerio. Y a los otros, "si no consiguen arreglar sus nichos a tiempo (porque a los marmolistas se les ha echado todo el trabajo encima de golpe), el Ayuntamiento no tendrá problema en ampliarles un poquito el plazo de 45 días".

Resulta que, sin pretenderlo, con esta medida de urgencia para fulminar el feísmo funeral, el Ayuntamiento de O Barco está ayudando a algunas pequeñas empresas a compensar (en parte) la crisis del ladrillo. Los que han recibido la misiva consistorial andan apurados por redecorar sus últimas moradas. Unos sellan los huecos con ladrillo y cemento. Pero otros han ido más lejos y han encargado la losa definitiva a marmolerías de la comarca como Álvarez y Diéguez, una empresa próxima, en la carretera de Éntoma, que está recibiendo bastantes pedidos. Cuando llegue la hora, a la pieza no habrá más que pasarle un pulido suave y engarzarle las letras. Y mientras, según el concejal de Medio Rural y del Cementerio (de momento hay uno para mil difuntos, pero a su vera se proyecta otro para dos mil), "los albañiles y marmolistas están encantados".

Vista del Cementerio Municipal de O Barco de Valdeorras, con un panteón tapado con chapas y un somier
Vista del Cementerio Municipal de O Barco de Valdeorras, con un panteón tapado con chapas y un somierPEDRO AGRELO

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