El Euskaltel, por los suelos
El equipo vasco, protagonista de la jornada por las caídas de Igor Antón y Koldo Fernández
Decía Igor González de Galdeano, el director deportivo del Euskaltel, antes de la salida de Mónaco, que Igor Antón llegaba en un momento de forma perfecto. ?Luego, la carrera dirá, porque en el Tour siempre pasan muchas cosas?, matizaba. Vaya que sí pasaron. El primero en caer fue Igor Antón, al poco de salir. Su bicicleta saltó por los aires y con él arrastró a otro ilustre del pelotón, el luxemburgués Frank Schleck. Pero la caja tenía reservadas más sorpresas para el equipo vasco. Cuando se enfilaba el sprint en la estrecha avenida de Brignoles, Koldo Fernández de Larrea, su único velocista, cuya inclusión en el equipo para el Tour se había reclamado por un sector de la afición durante un mes, e incluido a última hora, también se fue al suelo arrastrando con él a otro sprinter, Danilo Napolitano (del Katusha) y al bielorruso Hutarovich. Euskadi no ha sido una tierra fértil de sprinters, más acostumbrada históricamente a los escaladores. Quizás por eso, la fiel afición del Euskaltel le tiene un especial cariño, no tanto por lo que gana, sino por su condición de Juan sin miedo.
Decía Fernández de Larrea que hizo ?el afilador, en el peor momento?, cuando se trataba de negociar una curva. A primera vista, parecía que el velocista alavés se había despistado y trazado en recto lo que era una curva pronunciada. Quizás fueron ambas cosas, pero se fue al suelo provocando un corte que dejó a muchos sprinters fuera de juego anticipadamente. A Freire, por ejemplo, que había apuntado esta etapa porque, según dijo en la salida, ?con tanta gente, es más difícil que un equipo controle el sprint y eso es bueno?. ?Puedo aprovecharme de ese descontrol y buscar mi oportunidad?, esperaba. No era ayer. Quizás otro día menos accidentado.
Las previsiones de González de Galdeano se cumplieron en el peor de los sentidos. Además, en el caso de Igor Antón, que pudo continuar sin mayores problemas (Schleck resultó más dañado), llovía sobre mojado. Seguro que a su director, al equipo y a la afición les recorrió la frente un sudor frío, recordando la extraña caída en el Cordal, antes del Angliru, la pasada Vuelta a España. Todos le apuntaban como candidato al triunfo y, ¡zas!, en una bajada sin mayor exigencia, al suelo.
Sin quererlo, el Euskaltel adquiría un protagonismo que no buscaba, con el permiso del británico Cavendish, que sí cumplió el pronóstico y se impuso con cierta comodidad al sprint. El ciclista de la isla de las motos se subía al podio, mientras el Euskaltel se iba al suelo. Quizás haya cubierto su cuota negativa a las primeras de cambio, aunque ya se sabe que ?en el Tour pasan muchas cosas?: por ejemplo, que si Contador avisó seriamente a sus rivales en la contrarreloj, Cavendish hizo lo propio en el duelo de sprinters. Al Euskaltel le tocó todo lo demás, sobre todo llegar y besar? el suelo, como el Papa, pero involuntaria y violentamente.
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