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Columna
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Examen de conciencia

Durante tres días, los arquitectos españoles se han reunido en Valencia para hablar sobre sus asuntos y hacer examen de conciencia. La medida era probablemente necesaria -por no decir inevitable- después de los abusos vividos en la construcción los últimos años. En su congreso, los arquitectos se han apresurado a denunciar estos excesos, que consideran incompatibles con la profesión. ¡A moro muerto, gran lanzada! podríamos decir. Mientras en España se construían apresuradamente miles viviendas, apenas tuvimos ocasión de escuchar la voz de estos profesionales ni de sus representantes. Quizá no les sobraba tiempo, ocupados en fabricar un proyecto tras otro mientras la costa se iba colmando de adosados. Se parecen en esto los arquitectos a los economistas, capaces de dar unas clases magistrales una vez que se ha producido la crisis. Claro está que es un sinsentido construir 600.000 viviendas al año, pero cuando el señor Solbes se atrevió a insinuarlo, medio país se le echó encima acusándolo de imprudente, y no recuerdo que nadie saliera en su defensa.

"Se parecen los arquitectos a los economistas, capaces de dar clases magistrales una vez se ha producido la crisis"

Ahora, los arquitectos anuncian que serán "más sociales y cuidadosos con el medio ambiente". El propósito es loable, aunque me parece que estos profesionales sobrestiman su poder. Ni ellos fueron los únicos responsables de la barbaridad que cubrió el país con una costra de cemento, ni está en sus manos cambiarlo en el futuro. Hablar de un "urbanismo para los ciudadanos, nuestros verdaderos clientes", como ha hecho Hernández Pezzi, está muy bien; pero los verdaderos clientes de los arquitectos, como todos sabemos, suelen ser los alcaldes y los promotores inmobiliarios. Los propósitos nacidos en el entusiasmo generoso de un congreso suelen ser admirables; otra cosa es que logremos llevarlos a la vida diaria. ¿Oiremos al Colegio de Arquitectos de Alicante pronunciarse sobre el Plan Rabassa? De eso se trata.

En Valencia se han escuchado palabras en contra de la arquitectura del espectáculo, que tan de moda ha estado en los últimos años. Durante ese tiempo, las obras de algunos arquitectos han provocado un entusiasmo irrefrenable que los medios de comunicación han contagiado al público. Sin el papel de los medios, es probable que el fenómeno no se hubiera producido, o lo habría hecho de una manera más amortiguada. Han sido los excesos del periodismo, en su deseo de llamar la atención de los lectores, los que nos han llevado al papanatismo del que ahora se pretende huir. Todo esto ha provocado que el trabajo más serio de la profesión haya quedado oculto en buena medida.

Porque es innegable que una parte importante de la arquitectura pública que se ha hecho en el país en época reciente, tiene una calidad notable, incluso excelente en muchos casos, que no ha trascendido entre los ciudadanos. La Comunidad Valenciana no es una excepción. Los edificios públicos que se han construido en Castellón, en Valencia, en Alicante, revelan un cuidado y una atención poco frecuentes; por lo general, son, de un carácter muy superior al de otras épocas. Por parte de los arquitectos, ha habido una preocupación por hacer buena arquitectura que ha encontrado en la obra pública un terreno apropiado para expresarse. Los colegios, los institutos, los centros de salud o las casas consistoriales que se ha edificado en los pueblos y ciudades valencianas así lo demuestran.

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