Hugh Hopper, bajista del grupo Soft Machine
Lo que sucedió entre las décadas de los sesenta y setenta en el condado de Kent (Reino Unido) desafía las leyes de la estadística, la demografía y la cultura pop. De las estrechas fronteras de la ciudad de Canterbury salieron más bandas de las que razonablemente corresponderían a un lugar aburrido de la campiña inglesa. De Caravan a Camel; de Gong a Soft Machine, aquellos grupos definirían una época entre el rock, la psicodelia y el jazz. Hugh Hopper, bajista extraordinario y cruzado de la vanguardia, muerto en Kent a los 64 años el pasado 7 de junio, pasará a la historia por haberse situado en el centro de aquella explosión creativa. Hugh estudió en el mismo colegio (Simon Langton Grammar School for Boys) que Robert Wyatt, Mike Ratledge o Daevid Allen.
Hijo del 'baby boom'
Los cuatro eran hijos de ilustrados supervivientes de la II Guerra Mundial, provenían de ambientes no muy distintos de los descritos en La vida manda, de David Lean, aunque formaban parte de una generación, la del baby boom, dotada con el arma de la promesa del futuro. Con los dos primeros formó parte de Soft Machine, influyente banda de jazz rock que sirvió de reverso experimental y patafísico a la receta psicodélica con vocación de llenar estadios de Pink Floyd en el agitado Londres de finales de los sesenta. Con el tercero, líder de Gong, colaboró en el trío que marcaría el primer destello de la escena.
Hopper dejó de ser manager de Soft Machine para unirse a la banda a la altura del segundo disco, en 1969. Llegó en sustitución de Kevin Ayers, más inclinado a la orfebrería pop que por la labor de continuar, visto el cariz jazz rock que tomaron las cosas.
El bajista registró cinco álbumes con Soft Machine. Abandonó aquella aventura en 1973, debido a diferencias personales con Ratledge no muy distintas de las que dieron dos años antes con la salida del batería Robert Wyatt del grupo. Soft Machine se convertiría en una banda convencional de rock progresivo, mientras que Hopper (que contribuyó a su época dorada del grupo con su correoso bajo eléctrico) comenzó su carrera en solitario.
El álbum 1984 fue la primera aventura lejos del nido y probó su firme apuesta por la exploración sónica. Una veintena de discos en solitario y varios intentos de reflotar el sueño de Soft Machine (con miembros de sus varias formaciones) marcaron la trayectoria de Hopper en las últimas décadas. Un tiempo en que se confió al sello Cuneiform, proyecto personal del aficionado estadounidense Steven Feigenbaum, estudioso empeñado en que la historia no olvide las hazañas de aquellos héroes del jazz británico.
Bajo esa rúbrica, Hopper registró el año pasado Dune, su último trabajo. Una leucemia diagnosticada hace unos meses se llevó por delante su original sonido al bajo eléctrico. Le sobrevive Chistine, su segunda mujer, con la que contrajo matrimonio dos días antes de morir, cuando lo inevitable parecía, eso, inevitable.
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