Los vecinos arropan a los Puelles
La entereza de la viuda del policía despierta admiración en Arrigorriaga - "La familia está tranquila, hablando de la que les viene encima con el papeleo"
En el aparcamiento donde una bomba lapa se llevó por delante el pasado viernes la vida del inspector de policía Eduardo Puelles en Ollargan, un barrio de Arrigorriaga (Vizcaya) pegado a Bilbao, ayer a mediodía todavía olía a quemado y el asfalto estaba pegajoso por las gomas del coche derretidas por el fuego. En el hueco dejado por el vehículo, un ramo de flores de papel con una pegatina de la Ertzaintza recordaba a la última víctima de ETA, mientras los otros tres turismos que habían sido destruidos en el atentado seguían en el mismo lugar, testigos mudos de la capacidad destructora del terrorismo. A poca distancia, la familia Puelles estaba ayer reunida en el domicilio familiar, un edificio de la calle Santa Isabel. Santos, amigo de toda la familia, les había dejado poco antes de la hora de comer reunidos en la cocina, "tranquilos, hablando de sus cosas, de la que ahora se les viene encima con el papeleo".
Un ramo de flores recuerda el lugar donde fue asesinado el inspector
"Paqui [Hernández, la viuda de Puelles] está serena, animada dentro de lo que cabe. Es una mujer tranquila, un ama de casa normal en una familia muy unida", decía. "Yo veo bien a los hijos, acompañando a su madre, el pequeño un poco ensimismado".
Después de las emociones del funeral y de la manifestación del sábado, en la mañana del domingo había empezado el aterrizaje en la vida doméstica, brutalmente alterada por el asesinato. "Era una pareja hogareña; él era un hombre muy cariñoso con ella".
En Santa Isabel la vida transcurría con la calma de un domingo cualquiera. Nicolasa Domínguez, vecina de los Puelles desde hace 21 años, recordaba el "valor y la entereza" de la viuda en su intervención al término de la manifestación. "Tendrá que sufrir mucho, pero ha sido fuerte y ha ido donde ha debido", comentaba. "No me ha sorprendido que mantenga la cabeza bien alta porque no tiene que avergonzarse del trabajo de su marido; no era un delincuente".
La entereza de la viuda merecía también la admiración de los desconocidos. El aparcamiento donde Puelles fue asesinado está en un extremo del barrio, no lleva a ninguna parte, pero por allí fueron desfilando a lo largo del día curiosos que querían ver los restos del atentado. Socorro y su marido aplaudían la actitud de la viuda porque no permite que "los asesinos puedan celebrar su sufrimiento, y reírse al verla llorar".
Cuatro jóvenes vestidos de negro y con varios piercings en la cabeza miraron los restos de la explosión con caras serias, sin siquiera bajarse del coche. Estaban de acuerdo en una cosa: "Te jode que no les puedas pillar en el momento en que lo hacen".
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