Ritmo tribal y ecos digitales
Si en lo musical orgánico fuese aquello que se toca, huele a sudor y evoca a la tribu, el Sónar 2009 está siendo muy orgánico. Pese a que la palabra ha perdido carga de significado por su constante manoseo, en contraposición a artificial / digital definió a la perfección actuaciones como la de Buraka Som Sistema en la noche del viernes, y forzando un poco la semántica incluso a la de Joker, música de evocaciones orgánicas realizada con microchips. Pero lo principal es que como el Sónar es un festival como cualquier otro, acaba necesitando héroes muy reconocibles y fue Grace Jones quien se llevó la palma al erigirse en la Rocío Jurado de la música avanzada. Ahí es ná.
Como buena diva mostró ego, reflejos atléticos, vestuario estrafalario, buenas prestaciones vocales y dominio. Actuó pensando que el tiempo no había transcurrido y que idolatrarla tenía el mismo sentido que en la década de 1980. Por eso se permitió unos interminables minutos de despedida a palo seco en el escenario y, en lo que se supone muestra de orgullo, genio y figura, mover un hula hop en torno a su cuerpo durante la interpretación de Slave to the rhythm. Pues sí, está en forma y estupenda, usa unos zapatos para los que se precisa un curso de funambulismo, desafía con argumentos, por lo demás ingenuos, la teoría de la longevidad y aún lleva tanga. ¿Y?
El festival recupera en la noche la simplicidad del sonido sincopado
Más directo y brutal fue el pase de Buraka Som Sistema, ritmo angoleño-lusitano escupido con ferocidad por una troupe de percusionistas y vocalistas a los que ya imaginamos en un Sónar no muy lejano haciendo dúo con Konono nº 1. El retorno a la simplicidad del ritmo percutido se elevó con su aplastante contundencia en un concierto que recordaba a los protagonizados por los disc-jockeys de techno de los años gloriosos. La verdad, a estas alturas mejor los angoleños que ver a Richie Hawtin moviendo el flequillo como si fuese Nacho Cano en el SónarClub. Y en los antípodas del baile acelerado con el bombo disparado, el baile lento de Joker, quien ofreció excelentes momentos en su set, marcado por ritmos entrecortados, bajos de goma y síncopas de imprevisible patrón.
Ya en la tarde del sábado, protegida del sol por benefactoras nubes, Pau Riba se reivindicó junto a los tiempos en los que las drogas eran otras. Los guiris que estaban en la Capilla de los Àngels marcharon con cara de haberse equivocado de museo, ajenos al repertorio de particularidades que hacen de Riba un personaje que come aparte. Como remate de jornada destacaron SND, un dúo que propuso en el Hall cuatro o cinco capas de ritmos gélidos y digitales. Más tarde, Alva Noto ofreció otro set impecable haciéndose eco del sonido que ha popularizado al sello Raster Noton.
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