"Recuerdo que me pateaba la cabeza"
El indigente agredido y quemado en un cajero en Alicante cuenta qué le pasó
"Estaba dormido y de repente noté que comenzaron a patearme la cabeza". Nicolás D. B. evoca su despertar más trágico, al amanecer del pasado 17 de abril. Al alba de ese día, este sin techo de 43 años fue atacado brutalmente por un menor mientras dormía en un cajero automático de Alicante. Dos meses después, el vagabundo, antiguo vigilante jurado, rememora el ataque del desalmado joven. Nicolás no perdona la extrema violencia de su agresor, un joven de 17 años, pero le exonera de pagar su culpa en la cárcel. "Que lo pague de otra manera, yo estuve allí [por un robo] y sé que se pasa muy mal", razona.
Por fortuna, Nicolás salvó la vida gracias a la rápida intervención de las fuerzas de seguridad alertadas por un vecino, pero dos meses después las secuelas de esta brutal agresión son evidentes física y psíquicamente. Acurrucado en la cama, pasa los días viendo la televisión en una de las habitaciones del hospital General de Alicante, donde se recupera de las heridas que sufrió durante el ataque.
"No le deseo la cárcel. Yo estuve allí, y sé que se pasa muy mal"
"El momento más terrorífico fue cuando vi que iba a quemarme"
Por vez primera, Nicolás habla, aunque con mucha dificultad, de aquella trágica madrugada. "No sabría encontrar una explicación a lo ocurrido. Quizá lo hizo para desahogarse por algo". Es el único subterfugio que encuentra este indigente, en la calle "por decisión propia", para entender el cruel comportamiento de aquel joven, ahora en prisión incondicional. Con un discurso deslavazado y con una lucidez intermitente, presumiblemente por la salvaje paliza que recibió, apenas logra relatar lo que ocurrió esa madrugada. "Estaba durmiendo y de repente noté cómo me empezaron a dar patadas en la cabeza con el empeine", narra con mucha dificultad Nicolás. No vio cómo entró su verdugo, quien, mientras le pegaba, no dejaba de preguntarle "por qué" estaba ahí. Según sus recuerdos, el menor no empleó ningún arma para agredirle. "Yo no le vi nada", apunta.
El momento más terrorífico para Nicolás fue cuando se percató de que el paso siguiente a las patadas sería quemarle vivo. "Pasé mucho miedo", masculla una y otra vez. El vagabundo, que se había mudado a ese cajero hacía tan solo un mes, cuenta que conocía al menor "de vista". Nicolás farfulla que le guarda "algo de rencor", pero preguntado si quiere que pague su agresión con una pena de cárcel, el indigente alza su apenas hilo de voz y remacha: "A pesar de lo que me ha hecho no quiero que esté en la cárcel. Yo estuve y sé que se pasa mal".
Antes de optar por una vida a la intemperie, Nicolás vivía con su hermana; pero, según su relato, quiso abandonar el hogar familiar para eludir dar explicaciones. No es capaz de concretar cuánto tiempo lleva en la calle, pero cuando se le inquiere sobre cómo deben de tratar los ciudadanos a las personas que viven al raso, responde con soltura: "Tienen que ser amables y simpáticos con ellos". Siempre con un relato algo enrevesado e inconexo, Nicolás dice que tiene miedo de volver a un cajero. "A veces tengo pesadillas". Si volvieras a ver a tu agresor, ¿que le dirías?, le inquiere la periodista. Nicolás contesta: "Le preguntaría ¿por qué?"
Los facultativos pronostican que mejorará parcialmente aunque sufrirá graves secuelas psicológicas. El atacante focalizó los golpes más furibundos en la cabeza. El menor, detenido en el lugar de los hechos, sigue en un centro de internamiento.
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