Castigo electoral
Lo sorprendente de estas últimas elecciones no es que haya ganado el PP, sino que lo haya hecho por un margen tan abrumador en aquellas comunidades autónomas donde los escándalos de corrupción y mala praxis política han salpicado a sus dirigentes.
Es una lástima, porque envía una señal en la mala dirección a los políticos de todas las fuerzas parlamentarias que ejercen el caciquismo en sus feudos creyéndose impunes al castigo del electorado. Flaco favor le hacen a la democracia aquellos que anteponen su identificación partidista a un juicio justo sobre los errores y bondades de cada candidato. Y no hay peor equivocación para un político que la de aceptar sobornos o aprovecharse de su cargo para favorecer a sus allegados. Sólo castigando en las urnas la corrupción política podremos avanzar hacia un sistema en el que los dirigentes respeten su principal obligación: servir al pueblo.
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