Dos veces víctimas
Los padres de Sandra Palo se sienten olvidados por políticos y medios
El local de la Asociación Sandra Palo tiene algo de capilla ardiente. Preside un retrato de la joven y hay una placa en la que se lee: "A veces nada se pierde y acaso dices verdad, pues tu muerte no fue en vano y nada nos detendrá". Sus padres reciben con gesto compungido. Fundaron la asociación un año después del brutal asesinato de su hija de 22 años en 2003. Tres menores y un mayor de edad la secuestraron, violaron, atropellaron y quemaron viva en un descampado. Desde entonces, María del Mar Bermúdez y Francisco Palo pasan muchas horas en esta oficina.
Sobre la mesa, un montón de firmas piden cambiar el Código Penal y legalizar la cadena perpetua. Las recogen para mostrar su apoyo a los padres de Marta del Castillo. No es la primera vez. Tras el asesinato de Sandra presentaron más de un millón de firmas al Parlamento pidiendo la reforma de la Ley del Menor, petición que también llevaron a Estrasburgo. "No sirvió de nada", suspira Francisco. "Pero yo le prometí justicia a mi hija", dice María del Mar. "Justicia, que no venganza".
No tienen una vida normal. Viven en lucha, ahogados de dolor y agravio
"Yo le prometí justicia, que no venganza, a mi hija", dice la madre
El caso Mari Luz ha disparado la polémica: ¿deben las víctimas encabezar lobbies? Más allá de opiniones a favor y en contra, hay una pregunta que se suele pasar por alto: ¿cómo les afecta esta misión? "No les favorece", asegura Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica del País Vasco y coautor del Manual de victimología. "La excitación no ayuda a reducir el malestar ni permite avanzar". Según el experto, las víctimas tienen dos componentes, uno objetivo, la pérdida irreparable, y otro subjetivo, el sufrimiento, que sí se puede superar: "El problema es que hay víctimas que se niegan a obtener placer porque lo sienten como una traición a su dolor y se convierten en víctimas profesionales". El camino para superarlo pasa, según la Victimología, por volver a tener una vida normal.
Seis años después del horror, los padres de Sandra Palo no la tienen. Viven en lucha. Ahogados de dolor y agravio. Ante todo, judicial, ya que consideran "irrisorias" las condenas de los asesinos de su hija (entre cuatro y ocho años para los menores y 64 para el adulto). Su lista de ofensas es larga. Están los políticos, que no les han recibido, "como a otras víctimas", y los Jueces para la Democracia, que consideran irracional su intervención en manifestaciones. "Las víctimas tienen tanto derecho a manifestarse como cualquiera", explica Sabas Martín, amigo de la familia y director de la asociación, "y, además, no es lo único que hacemos". Aparte de abrir el debate sobre la responsabilidad penal de los menores -función por la que recibieron en 2008 una subvención de la Comunidad de Madrid de 50.000 euros- la asociación ofrece "apoyo moral y asesoramiento legal y psicológico a las víctimas". "El problema es que acompañar a una víctima a juicio no es noticia, pero salir con una pancarta sí", dice Martín apuntando a su otra fuente de agravio: los medios.
Para la Victimología, que celebra en noviembre su tercer congreso nacional, es clave el concepto de la victimización secundaria: el agravamiento emocional como consecuencia del contacto con el sistema judicial, la actuación policial o los medios. Según Echeburúa, la relación de las víctimas con los medios es compleja porque la culpa se reparte, las víctimas "se dejan atrapar".
El asesinato de la joven getafeña ya no está en el candelero y los padres de Sandra Palo se sienten al mismo tiempo utilizados y olvidados por los medios. Narran encerronas brutales en platós y luego se quejan de que ya no les sacan. Han contactado con las editoriales para que publiquen su libro, pero ninguna quiere su historia. "Nos han dado escaparate fundamentalmente para rellenar páginas", dice María del Mar, "pero después de la causa no eres nadie, estamos vetados, ¿qué hemos hecho?". Propongo que así son los medios, devoran y olvidan, pero ellos se sienten afectados de segunda, empujados fuera del foco por algo que no entienden: frustrados, impotentes, insultados, incomprendidos, solos... Víctimas por segunda vez. Durante dos horas de entrevista (en la que este periódico no pidió expresamente que estuviesen los padres) oscilan entre la suspicacia y la entrega. Su nuevo portavoz desea "apartarlos paulatinamente del circo del morbo", "mirar al futuro", "dar una visión más amable y esperanzadora de su labor", "ofrecer un debate sosegado"... Sin embargo, en su discurso aparecen voces quebradas, lágrimas sostenidas: "En esta oficina hay más dolor del que puedes imaginar". Llega el momento de la foto. "¿Quieren salir?, si no están cómodos no pasa nada...". Pero quieren. ¿Por qué exponerse así? "A mí me ayuda saber que estoy haciendo un bien a los demás", dice María del Mar bajo el retrato de su hija.
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