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Reportaje:El fichaje más caro de la historia

Pura sangre

Ronaldo es un gran atleta convertido en 'crack' por la pasión, el perfeccionismo y la vanidad

Por encima de todo, Cristiano Ronaldo (Funchal, Madeira, 1985) es un atleta fabuloso, una conjunción entre explosividad y resistencia en perfecta armonía con el dominio malabarista del balón.

Su lujosa mansión en las afueras de Manchester gravita en torno al gimnasio, el lugar donde Cristiano se pasaba las horas después de los entrenamientos. Allí esculpía sus músculos en un culto al cuerpo que exhibe al levantarse la camiseta cuando marca. Enseña su supremacía muscular.

Ronaldo aprendió a cabecear como los mejores, con los ojos abiertos y atacando el balón, apenas el año pasado, después de largas sesiones practicando tras los entrenamientos del United. Ya sabía cómo imponer en las áreas sus 184 centímetros de estatura. Esas horas extra también las aprovechó para aprender a disparar de una manera única desde larga distancia. Una especie de folha seca por la que el balón adquiere una trayectoria imprevisible para los porteros, llena de curvas.

Ferguson ha hecho de él una máquina de ganar, despojado de alharacas
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Ronaldo va sumando recursos para proclamarse "el número 1, el número 2 y el número 3 del mundo", según bromeó el propio jugador. La vanidad ha sido un motor imprescindible en su carrera. En 2008, se relamió al conquistar el Balón de Oro, la Bota de Oro y el FIFA World Player. Y ahora, al convertirse el fichaje más caro de la historia. "Las cifras que se barajan, que serían un récord mundial, servirían para compensar mi deuda de gratitud con United", declaró hace meses en el diario portugués Publico.

Sus goles en el Manchester -12, 23, 42 y 26- marcan una evolución imparable, atenuada en su último ejercicio por las lesiones. Pero su crecimiento no se entiende sin el tutelaje de su representante, Jorge Mendes, y del entrenador en el United, Alex Ferguson. En Portugal aseguran que Mendes le dedica el 99% de su tiempo a Ronaldo y el 1% al resto de sus jugadores. Por su parte, Ferguson ha hecho de CR7 una máquina despiadada de ganar, despojado de las alharacas que le sobraban a su juego. Un delantero 10 que, sin embargo, baja a 7 cuando pisa la selección lusa. El técnico escocés lo arropó en los peores momentos. Cuando, en septiembre de 2005, murió su padre y fue acusado de violar a una chica, de lo que fue absuelto. Y cuando, tras el Mundial de Alemania 2006, Inglaterra cargó contra él por haber reclamado la expulsión de Rooney después de que éste pisara a Carvalho en la entrepierna.

La otra persona decisiva en su vida es su madre, María Dolores, de la que ahora estará a una hora de avión. Siempre tuvo suerte Ronaldo con los maestros. Aurelio Pereira, el director de la escuela del Sporting de Lisboa, la mejor cantera de Portugal, lo recuerda así: "Vino a los 11 años. Era alto y delgado, vivaz y extravertido. Al tratarse de un niño de la calle, tuvimos que ofrecerle un acompañamiento mental".

Siendo un crío, Cristiano amenazó con una silla a un profesor del colegio porque los otros niños se reían de su acento de Madeira. Años después, se saltó un control antidopaje en un Europeo sub 21 en Francia después de destrozar el vestuario con sus compañeros.

Ronaldo nació y creció en un barrio obrero de Madeira, en una familia humilde, junto a tres hermanos. A los ocho años entró a jugar en el Andorinha, y a los 10 ya se lo rifaban los dos grandes clubes de la isla, el Marítimo y el Nacional. Optó por este último antes de dar el salto a Lisboa. En verano de 2003, en un amistoso entre el Sporting y el Manchester en el estadio José Alvalade, Roy Keane, capitán del United, entró en el vestuario y le gritó a Ferguson: ?¡Jefe, fiche a ese chico!?. El chico tenía 18 años y ya pensaba en jugar algún día en España.

Florentino Pérez no ha pasado por alto un último detalle: al igual que Beckham, Ronaldo cultiva su enorme impacto mediático. CR7 adora el chocolate y odia el tabaco. Juega mirándose al espejo, pero nunca pierde de vista la portería contraria.

Xavi, Fernando Torres, Cristiano, Messi y Kaká, en la gala en la que la FIFA premia al mejor jugador.
Xavi, Fernando Torres, Cristiano, Messi y Kaká, en la gala en la que la FIFA premia al mejor jugador.AFP

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