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Reflexiones postelectorales

Las pasadas elecciones se celebraban a nivel europeo. Lo primero es conocer la realidad de ese escenario.

En el terreno político, Europa se encuentra enfangada en una importante crisis, como se acredita por la evidencia de que hace años se alcanzó un consenso sobre la necesidad de impulsar de manera decidida la Unión mediante la firma de una Constitución Europea y dicho proyecto común fue bloqueado por sendos referendos celebrados en Francia y Holanda, países gobernados entonces por la derecha. Este importante contratiempo obligó a reformar aquel proyecto inicial, que ya había cosechado un importante respaldo en otros países de la Unión, entre ellos, y mediante referéndum, en España. El resultado fue un nuevo Tratado, no Constitución, que, pese a ser ratificado por todos los países, ha sido rechazado por Irlanda y se está pendiente de que, sin rectificaciones, sea ratificado por dicho país en nuevo referéndum. En definitiva, una importante paralización como consecuencia de la insuficiente democracia interna con que se construye la Unión y que permite que una minoría evidente bloquee la voluntad de una inmensa mayoría.

Pero la realidad europea no se queda parada porque el proyecto político de Unión se bloquee. Y esa realidad europea, al igual que el resto del mundo, se ha deslizado de forma acelerada a una crisis económica que golpea de forma muy dura a todos los miembros de la Unión y de forma especial a sus grandes potencias económicas, que sufren un incremento espectacular de las cifras de desempleo, sin que los ciudadanos europeos, y especialmente los más perjudicados por dicha crisis, observen un esfuerzo adecuado por parte de las instituciones europeas.

La conclusión de todo lo anterior es una pérdida de confianza en el proyecto europeo por parte de una porción significativa de los electores, especialmente de aquellos que, por más directamente perjudicados (los trabajadores), más derecho tienen a esperar soluciones de esas instancias comunitarias. En el terreno electoral eso se traduce en un incremento de la abstención o en un apoyo a los partidos que reniegan de Europa y apuestan por salidas nacionales.

La incapacidad acreditada durante años para sacar adelante un proyecto progresista y solidario para los problemas de Europa ha determinado que, en la vida cotidiana, terminen prevaleciendo los valores individuales del sálvese quién pueda, el terreno de juego propicio a los partidos de derecha y ultraderecha. La izquierda europea ha sido incapaz de presentar a nivel global una propuesta única y se ha dispersado en proyectos nacionales, facilitando el escenario a aquellas fuerzas que no quieren hablar de Europa, sino de naciones o patrias.

Los rasgos más relevantes a nivel global de los resultados de estas elecciones europeas son consecuentemente un incremento de la abstención, una pérdida de peso parlamentario de la izquierda a favor de opciones nacionales o xenófobas y un mantenimiento de la derecha clásica.

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En el caso concreto de nuestro país, a nivel nacional destacan tanto un nivel de participación similar al de las últimas elecciones europeas (por tanto, con menor incidencia de la ola abstencionista) como la capitalización por el Partido Popular, en función del radicalismo de su oposición, del malestar con la crisis (plasmado en los resultados de municipios gobernados por la izquierda), y todo ello en el marco de un cuadro global sustancialmente igual que en las anteriores europeas, lo que se debe en buena parte a la importante política social del Gobierno de España y su valoración positiva por los tradicionales votantes de izquierda.

Ahora en buena lógica, lo que procede, en coherencia con unas elecciones convocadas para conformar los órganos de gobierno de la Unión, es que aquellos que han ganado ofreciendo soluciones, constituyan a la mayor brevedad dichos órganos y procedan a poner en práctica dichas soluciones para que los agricultores valencianos, el corredor mediterráneo, las infraestructuras, las fiestas tradicionales, es decir, todas las necesidades valencianas, encuentren apoyo y acogida en las instituciones europeas.

Por tanto, es momento de trabajar por la superación de la crisis. Conscientes de que la política social del Gobierno es un gran activo, amplia y favorablemente valorado por los ciudadanos, como acreditan los resultados electorales, muy distintos en el caso de España de los producidos en otros países de la Unión. Y con la confianza de que nosotros sí que tenemos soluciones eficaces para combatir el paro como han puesto de relieve las cifras correspondientes al pasado mes de mayo. Este tema del paro es el que preocupa a nuestros ciudadanos y es donde debemos centrar nuestros esfuerzos, sin llevarnos a discutir, únicamente y de forma interesada y sesgada, los resultados electorales.

Ricardo Peralta es delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana.

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