_
_
_
_
AL CIERRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Latín

-¿Vols fazer um buraquinho con el dit?

-¿Qué has dicho, niño?

-Yo vull fazer um buraquinho con el dit.

El parque de juegos infantil es el lugar donde nos reunimos los catalanes de siempre y los recién llegados, los del pasado y los del futuro. Hay abuelos que sacan a pasear a sus nietos. Hay empleadas domésticas de tres continentes cuidando a niños rubios. Hay madres de tres continentes cuidando a niños no rubios. Y por supuesto, hay madres y padres oriundos. Las madres vigilan celosamente a los hijos. Los padres vigilan celosamente a las madres más atractivas.

Lo increíble es que toda esta gente tiene conversación. El parque infantil tiende un vínculo entre sus heterogéneos asistentes. Africanos y chinas, viejos y jóvenes, madres y padres forjan una relación efímera pero solidaria hecha de cacas, biberones y guarderías. Para los padres aquí reunidos, la única diferencia de piel relevante es la distinción entre culitos irritados y culitos sanos.

Usa un extraño idioma como señuelo para definir el código

Pero, sin duda, la revolución social más notable del parque infantil la representa este niño de unos seis años que me habla con palabras que no entiendo. Al principio, me pregunto si tal vez tiene algún problema del lenguaje, una afasia o algo parecido, que le dificulta la expresión oral:

-O brinquedo mes maco es o mío.

-¿El qué es un qué?

-¡O brinquedo mes maco!

Me mira con impaciencia. Cree que soy tonto. Se vuelve a sus padres y les comenta lo tonto -y de paso lo raro- que soy. A ellos les habla en portugués. Reconozco en su acento que son brasileños. Harto de mi evidente autismo, el niño se vuelve hacia su amiguito y le propone ir a jugar a los columpios.

A él le habla en perfecto catalán.

Al fin comprendo. El extraño idioma que usa para los desconocidos es una especie de globo sonda, un señuelo para escuchar la respuesta de sus interlocutores y definir el código. Una lengua franca del parque infantil.

Mucha gente discute si los catalanes del futuro van a hablar sólo catalán o sólo español. Después de conocer a este niño, yo creo que van a hablar latín.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_