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Columna
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El malo

No, la izquierda nunca podrá acabar con Berlusconi mostrando una foto del personaje rodeado de señoritas en el jardín de su casa. La izquierda convirtió la intimidad en un derecho, y, en algunos casos, ese derecho le vino de perlas para que sus dirigentes contravinieran sin problemas sus propios principios. A la derecha le bastó con algo más antiguo, la aceptación de la hipocresía moral: predicas una cosa y actúas de otra. Dos éticas distintas que a veces confluyen en el mismo sitio.

Me gustaría saber cuántos votos reales ha perdido Berlusconi por estar liado con una jovencita a la que ampara y protege. Sospecho que en la mentalidad de un votante berlusconiano es envidiable que un hombre tenga mujer y otras debilidades. Más le habrá perjudicado, creo, no haber sabido conservar a su señora.

En fin, lo tremendo de todo esto es que tiene un tufillo a salsa rosa. Hay un país donde su primer ministro se ha convertido a la vista de todo el mundo en el dueño literal de la justicia y los medios de comunicación, que ha hecho su carrera, en parte, con ayuda de la izquierda y los votos de los ciudadanos, y se le quiere presentar como único responsable de la degradación de Italia: Berlusconi, el payaso, el patán, el maleducado, el ridículo, el mujeriego, el consumidor de viagra, la cosa, el fascista, el censor. Pero no es un malo de película. Este individuo ha acumulado el poder en un sistema democrático; cómo ignorar la torpeza o incluso la connivencia de la oposición, la desidia de los ciudadanos, el machismo populista, la tendencia a aceptar el trapicheo, a saltarse las leyes, a la fe en el pillaje.

Y que conste que nunca confiaría en un individuo que ofrece fiestas con señoritas en su casa. Me desagrada. Aun así, lo podíamos imaginar: lo lleva escrito en la cara. Berlusconi no engaña. Por eso la responsabilidad está tan compartida.

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