De gimnasta a escritor de culto
Carlos Herrero acude a la Feria del Libro con 'Cuentos rotos', su segunda obra
Carlos Herrero ayudaba a las familias a transportar sus carritos en Ikea. Era 2004. Este fin de semana firmaba ejemplares de su segundo libro en el Retiro, donde se celebra la Feria del Libro. "El año pasado firmé tres ejemplares de mi primera novela. El sábado firmé 10. No está mal. He aumentado en un 300%".
Para entender la inusual historia de este lúcido escritor, de 34 años, hay que viajar hasta 1997. Carlos tiene 19 años y forma parte del equipo nacional de gimnasia masculina. Un virus en la cadera le manda al hospital. "Los médicos no sabían lo que era", recuerda. "Me decían que podía ser debido a una caries o a un grano infectado". Las dos primeras operaciones lo dejan fuera de combate. Y empezó entonces un proceso largo, duro y doloroso. Pero también su carrera como escritor. Por primera vez en su vida se puso a escribir.
"Está muy bien eso de la literatura, pero con 450 euros que gané no se vive"
Llega a 2007 con varias recaídas y tras devorar la obra de Bukowski, publica Prosperidad (Ediciones Barataria). Esta primera y brillante novela es aclamada por parte de la crítica: "Un debut sincero, desgarrador, puro...". Pero sólo vende 500 ejemplares. "Cuando se publicó no me enteré de nada. Estaba medio drogado y saliendo otra vez del hospital", recuerda. "Hasta para las entrevistas me tenía que ayudar mi padre. Él me dictaba las preguntas y me preguntaba: '¿Qué ponemos aquí?".
Herrero, que tras dejar la gimnasia ha trabajado como repartidor de periódicos, dependiente de cibercafé, además de almacenero de Ikea, reconoce que del hospital ha robado diálogos para Cuentos rotos, su segundo libro que acaba de publicar. "Las conversaciones que allí escuchaba eran entre cómicas y trágicas", asegura.
Así es su literatura. En ella se mueven personajes que viven al límite y que encajarían a la perfección en una canción de Albert Plá. En los 11 Cuentos rotos encontramos historias con encrucijadas vitales, adictos al sexo, treceañeros cocainómanos ("no me inspiro en nadie en concreto, pero sé que existen, por lo menos cuando saco a pasear a mi perro veo los chicos de 13 años rompiendo contenedores y poniéndose de tó"). Humor y dolor.
Este escritor tiene su particular forma de trabajar: "He descubierto el yoga. Así que me tumbo en el suelo y vienen historias a la cabeza". Lo que no sabe es si seguirá escribiéndolas. "Ya sé que la literatura es algo a largo plazo. Y me gusta, pero me quita mucho tiempo. Creo que voy a dejar de escribir".
Hoy lunes empieza la jornada completa -hasta ahora, era de cuatro horas- en su trabajo como teleoperador. "Está muy bien eso de la literatura, pero con los 450 euros que gané con mi primera novela no se vive. Quiero una vida y un trabajo normal. Tengo una novia y un perro y pronto me iré a vivir a Alcobendas". Pero avisa: "No creo que las escriba, pero todavía tengo historias para varios libros más". Atentos.
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