Al rescate de los huesos de Arcoia
Los forenses levantan los restos humanos hallados en una cueva de O Courel
La operación de rescate de los huesos hallados en abril en la cueva Arcoia, en O Courel, duró ayer casi siete horas. Empezó como un curso de escalada para novatos en la torrentera de los deshielos que llevaba a la gruta. Y concluyó con una lección de anatomía, en la boca misma de la cueva, con el Val de Visuña a los pies, la tronada sobre las cabezas y una tiritona general de los presentes. Sin comer a las 6 de la tarde y helados por la niebla espesa. Al lugar, en lo alto de una montaña sobre la aldea casi deshabitada de Céramo, se desplazaron tres forenses del nstituto de Medicina Legal de Galicia en Lugo, la juez y la secretaria del número 1 de Monforte, una pareja de espeleólogos del Equipo de Montaña de la Guardia Civil de Trives y una patrulla de Seoane do Courel. Inaudito despliegue para un lugar donde nunca pasa nada. Casi todos llegaron arriba, a pesar de lo difícil de la expedición, pero al final sólo los montañeros alcanzaron el lugar donde se ocultaban bajo cascotes de piedra los restos humanos.
Los forenses creen que los huesos recogidos son de hace unos 70 años
En la misma gruta fueron halladas en 1992 otras dos calaveras
Uno de los tres forenses, José Luis Cascallana, llegó también dispuesto a bajar al fondo de la cueva, con una caída prácticamente vertical de ocho metros. "Yo bajo, no me lo pierdo por nada del mundo", dijo, y enseguida se hizo con un arnés y empezó a practicar con el mosquetón y la cuerda. Pero los espeleólogos, que ya se habían adentrado para un primer reconocimiento, tardaban demasiado en subir, y cuando regresaron lo hicieron por otro agujero diferente, más arriba, dando un salto de tres metros para llegar al suelo. A los más osados se les fueron las ganas de intentarlo. "Estos tíos son supermanes", exclamó alguno.
Lo mejor, en opinión de la juez Eva Abades, sería quedarse arriba y que los de Trives entrasen de nuevo solos, cargados con todas las cámaras que habían traído los forenses. Ellos mismos tomarían fotos y recogerían los huesos y cualquier otra prueba. Hoy, con más calma, dibujarán un croquis para que los forenses se puedan hacer composición de lugar de la posición en la que estaban los restos.
Muy lentamente, los huesos fueron saliendo a la superficie en cajas de cartón y bolsas de plástico. A medida que iban recibiéndolos, bajo el árbol que crece en la boca de la gruta, Cascallana y sus compañeros, Rosario Montes y Arsenio Ramón Díaz-Varela fueron clasificándolos y discutiendo el encaje de las piezas. "Pobre hombre", dejó escapar Cascallana reconstruía la osamenta nombrando cada pieza por su nombre. Abajo, los huesos estaban mezclados, no sólo con piedras, sino con fémures y vértebras de animales. Arriba, los humanos fueron a parar a una caja grande, numerados, fotografiados y envueltos en papel de periódico. Los de los animales, alimañas, lobos o perros, terminaron todos juntos en otra más pequeña.
Quizás hoy mismo, los misteriosos huesos serán enviados a la atención de Fernando Serrulla, director del Laboratorio de Antropología Forense, en Verín. Él fue quien analizó los dos cráneos y algún otro hueso largo hallados en la misma cueva hace 17 años. Entonces, envió unas muestras a Suecia para intentar datarlas con la prueba del Carbono 14, y concluyó que aquellas personas habían muerto hace unos 70 años. El acelerador de partículas, con su amplio margen de error, arrojaba una edad de entre 50 y 150 años, y Serrulla pensó que podían ser de la Guerra Civil, aunque no descartaba que fuesen de la Carlista. Se trataba de un hombre de unos 35 años y una mujer de unos 18. Él posiblemente muriese de un golpe con "un objeto romo y contundente" y ella de un disparo de bala. Pero la incógnita quedó abierta porque el experto no disponía de todos los huesos.
Ayer, se buscaba el final de aquella historia, pero parece que de esta vez no se acaba. Se pudo constatar que los cuerpos eran arrojados en picado por una cavidad al fondo de la cueva, igual que se ha hecho siempre en O Courel con los animales que mueren en el monte. Los forenses también confirmaron que los huesos recogidos son "recientes", es decir, podrían estar aquí desde hace 70 años, pero no son de hace 300, como defiende el Instituto Xeolóxico de Laxe que ocurre con las dos calaveras recuperadas en 1992 .
Se concluyó, además, que los restos humanos hallados pertenecen a una sola persona, supuestamente varón, seguramente joven y probablemente de más de 1,80 metros de estatura. Y también ayer se supo, por un testimonio encontrado, que en esta cueva fueron descubiertos en el 92 más de dos calaveras. Una, al menos, no pasó por las manos de Serrulla y no se encuentra junto a las dos primeras custodiada en el Museo de Lugo. Quizás los fémures, las costillas roídas, las clavículas levantadas ayer pertenecen a esta tercera persona de la que hasta ahora no se había tenido noticia, y en el fondo de la cueva, bajo la montaña de cascotes, siguen aún ocultos los otros dos esqueletos.
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