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Columna
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Una sucia campaña

El odio corroe las entrañas. La cita podría ser bíblica, pero es de un mortal al que le gusta ser llamado Pepe Griñán.

Sólo desde el odio se entiende que quien debe ser considerado como un legítimo adversario político se convierta en un enemigo a abatir a cualquier precio. Si es preciso, atacando a sus familiares más directos.

Las relaciones políticas entre el ex presidente de la Junta de Andalucía Manuel Chaves y el presidente del PP de Andalucía Javier Arenas son la historia de una obsesión, que hunde su raíz en las tres derrotas sufridas por éste. Más otras tantas infligidas a otros compañeros de partido. Seis a cero.

Sólo así se explica que, en los últimos años, el PP-A y uno de sus aliados mediáticos hayan intentado encontrar algún oscuro pasaje en la biografía de Chaves que minara su honorabilidad y decencia. No lo encontraron. Muy posiblemente, porque no existe. Como tampoco se lo encontraron a Felipe González.

Chaves ha llevado durante las casi dos décadas al frente de la Junta un estilo de vida marcado por la austeridad. En unos tiempos en los que la corrupción corroía las entrañas del sistema y azotaba a militantes de todos los partidos, nadie pudo hallar la más mínima mancha en la hoja de servicios del hoy vicepresidente del Gobierno central.

Por ello, el principal aliado mediático del PP andaluz -¿o es al revés, es Arenas el que baila al son que le tocan?- enfiló a los hermanos de Chaves. Durante meses y meses intentaron demostrar no sé qué irregularidades en su actividad profesional. Nada encontraron. Solo inservible morralla. Ahora apuntan a una hija.

El 27 de mayo, el periódico obsesionado con el apellido Chaves denunciaba un presunto trato de favor recibido por la multinacional canadiense Minas Teñidas SA (Matsa), en donde trabaja una hija del ex presidente. Diputados populares habían preguntado hasta en tres ocasiones en el Parlamento de Andalucía por las subvenciones concedidas a Matsa. Además, el día 12 del pasado mes se facilitó a dos diputados del PP en la Agencia Innovación y Desarrollo de Andalucía (IDEA), la que aprobó la subvención, el expediente de la empresa canadiense. De las manos del PP saltaba ese expediente al brazo mediático, que lo publicó en plena campaña electoral.

Pero la Junta no tenía nada que ocultar. Los incentivos dados a Matsa, por valor de 10 millones de euros, están perfectamente justificados. Es más, son inferiores a los habituales. Matsa tiene prevista una inversión de 260 millones de euros que proporcionarán 500 empleos directos en una zona especialmente deprimida de la provincia de Huelva.

Con la misma norma con que se concedió esa ayuda pública a la multinacional canadiense, se incentivaron centenares de empresas más, el pasado mes de diciembre, en una operación en la que la Junta invirtió 1.500 millones de euros.

Los datos los hizo públicos el consejero de Innovación en el Parlamento la pasada semana. Pero a Arenas no le satisfacen. No puede desaprovechar la última oportunidad que tiene de humillar a Chaves. Ya lo intentó hace años, cuando montó una infame campaña para desalojarlo de la Casa Sundheim.

En el tema que nos ocupa, y que ha servido a Arenas para ensuciar otra campaña electoral, la cuestión es muy sencilla: de no haber trabajado la hija del vicepresidente en Matsa, ¿se le habrían dado incentivos como a las demás empresas inversoras? ¿Su documentación está en regla? ¿Tiene derecho a percibirlas?

Parecería correcto que el principal partido de la oposición andaluza se interesara por este asunto. Y una vez aclarado, se dedicara a otra cosa. Por ejemplo, a explicarnos qué idea tiene de Europa. ¿Es tan retrógrada como la de su cabeza de lista, Mayor Oreja?

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