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Columna
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Los Tercios de Flandes

Una radio pública de prestigio, o sea, de fuera, ha enviado a una periodista por Europa durante la campaña de las elecciones al Parlamento Europeo. En sus crónicas a pie de calle transmitía las impresiones de un paisanaje diverso y distante ante los comicios del domingo. En Estocolmo, una ciudadana escéptica insistía en lo fatigoso de convencer a una multitud de socios sobre las decisiones más racionales, equitativas, ajustadas al Estado del bienestar y consecuentes con la necesidad de conservar un planeta bastante amenazado, etcétera. ¡Qué lejos queda Suecia! ¿Aceptarán refugiados procedentes de otros países de la UE? ¿Dónde se pide la vez? La señora escandinava empleaba el verbo convencer cuando se refería a las tareas de sus representantes. Si ya lo decía Salvador Espriu. A la hora de irse, "...al nord, on diuen que la gent és neta i noble, culta, rica, lliure, desvetllada i feliç..." Es decir, de Dinamarca hacia arriba. Pese al pesimismo que transmiten en sus novelas los Larsson, Mankell y demás, no hay color. Ante las convicciones de la viandante nórdica, la murga con la que insultan la inteligencia del electorado no pocos candidatos y partidos en liza por esta circunscripción, aumentan el balance de daños. Según las previsiones, más de la mitad del censo se abstendrá de acercarse a la urna. Con los sistemas electorales vigentes, con listas cerradas y tan hechos a la medida de la desproporción, el resultado favorecerá a unas formaciones en detrimento de otras, así en el reparto de escaños como en la distribución de espacios propagandísticos y acceso a los medios públicos. Mejor no entrar en qué clase de espacios y medios. O peor, en audiencias y credibilidad. En cualquier caso, ¿alguien cree que unos y otros cambiarán las reglas tras una reflexión postelectoral estimada en... pongamos medio minuto?

De manera que con mayoría absoluta de desinterés o condena, Rajoy pretende sentarse en la Moncloa, el mismo lunes a poder ser. También Fabra se considerará otra vez absuelto de sus trapisondas, aunque seguirá en espera de juicio. ¡Caramba con la realidad! Y Camps, aún sin aportar las facturas de los trajes que presuntamente le regaló la trama corrupta beneficiaria de suculentos contratos con las administraciones gobernadas por el PP, seguirá igual de imputado que ayer y quién sabe si menos que mañana, pese a la demostración neofranquista de forofos que de verdad, de verdad, pone en evidencia el nivel de instrucción o maledicencia de la hinchada. ¿Elecciones europeas? Cualquier civilización vikinga levantaría nuevas murallas y aranceles, vista la campaña desarrollada en estos campos de Castilla. Para la derecha indígena, Europa, como las autonomías, siempre fue un medio para hacer caja. Frente a la ciudadana sueca y algo cansada por el esfuerzo de convencer, los Tercios de Flandes siempre fueron a lo suyo: saquear y hacer acopio del botín. Y sin embargo, el Parlamento Europeo es ese sitio donde alguna gente intenta lograr mayorías para evitar jornadas laborales de 65 horas. O convencer para condenar abusos urbanísticos y genocidas. Con mitra o de uniforme. También para meter en vereda a gobiernos que no respetan los acuerdos sobre reducción de gases invernadero. Especialmente en esos sitios donde se ha desatado la loca competencia por financiar con nuestros impuestos el consumo de coches, incluso para ricos. Se ve que habrá gasolina para más de doce años. Y, en fin, si se empeñan en mantener abiertas las nucleares caducadas, a algún sitio habrá que acudir. Efectivamente, a Europa.

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