El sol negro y otros fenómenos primaverales
Repaso a las nuevas bandas que han despuntado en el Primavera Sound
El festival Primavera Sound dejó en la mañana de ayer en el Fórum barcelonés un penetrante olor a combinado de alcohol y cemento, un balance de más de 80.000 asistentes, según la organización, y un puñado de vagos recuerdos. Fue durante sus tres días una urgente celebración del ruido, la prueba quizá definitiva de que vivimos en 1992 otra vez y un lugar para la confirmación de algunas bandas que llegaron hasta aquí porque tenían algo que demostrar. Éste es un repaso a algunos de estos nombres, que parte de la obviedad de que ver 181 grupos en un largo fin de semana sólo está reservado a los ubicuos.
- Compañeros del metal. La propuesta de Sunn O))) es tan sui géneris que parecía difícil que defraudase. La historia de este grupo de Seattle es la de dos colgados de los amplificadores (bautizaron el grupo así en honor a un fabricante de válvulas sónicas) que se han convertido en la última indulgencia de los empollones del rock de vanguardia. "La nuestra no es música progresiva, sino regresiva; tocamos drones que invitan a la vuelta a los orígenes del sonido, de 2.000 años de historia", había dicho Stephen O'Malley, llegado del lado oculto del sol a su hotel junto al recinto para describir la papilla de metal "espiritual" lentísimo con el que se mostraron a un público menguante (es un decir, la niebla artificial no dejaba ver un pimiento). Pese a lo cual, sus seguidores movían la cabeza como en un trance y enseñaban los cuernos con las manos. El resto, como diría el crítico cultural Alex Ross, fue ruido.
Nadie espera de una cita así una epifanía de rock español
- Bailar los noventa. En las antípodas del rock extremo y viril de Sunn O))) se situaron la banda de Brooklyn The Pains of Being Pure at Heart. "Tienen todo para que te ponga de los nervios, pero extrañamente te seducen", confirmaba un asistente. "Todo" es la clase de cobertura mediática que invita a desconfiar, así como una irrefrenable adoración por My Bloody Valentine, cabezas de cartel del Primavera, y el resto de lo que definió el umbral de los noventa. Como demostraron en su recital, también cuentan con estupendas canciones y una solvente forma de resolver un directo que el tiempo aún deberá pulir.
- Los comisarios del rock. La proteica demostración de la banda neoyorquina sucedió sobre las tablas del escenario Pitch-fork. Entre otras excepcionalidades de este festival está la de organizar los espacios en función de quién construye los carteles. A los comisarios del rock a los que nos tiene la cita acostumbrados se sumó este año una influyente web de Chicago. La implicación informativa de Pitchfork ha sido excepcional (llevan meses informando puntualmente de todas las cosas primaverales). Y su programa fue un repaso por algunas de las bandas fetiche de una redacción que presume de insobornable.
- Supervitaminados. Dan Deacon Ensemble es una de las más citadas. La octava maravilla del pop si uno atiende a las críticas de sus dos discos. Logró enajenar a un público que se rindió a la clase de locuras que ponen los pelos de punta al encargado de la seguridad. Otras predilectas de Pitchfork, Vivian Girls, trío de rockeras anfetaminadas y sexy, hicieron más de lo que su escaso repertorio (un disco que no llega a los 30 minutos) invitaba a pensar.
Era una de las bandas que los gurús no se cansaban de señalar como faros en el océano de nombres del programa. ¿Nombres recurrentes? Girls, que durante unos minutos al comienzo del festival, crearon la ilusión de ser la banda de rock californiano definitiva, improbable cruce entre Turtles y Pavement, o Ezra Furman and The Harpoons, nueva vuelta de tuerca al pop literario de toda la vida.
- Producto interior. Nadie espera de una cita así una epifanía de rock español. No es que los grupos sean maltratados, es que en la mayoría de los casos se ven relegados a las horas centrales del día. La Bien Querida se defendieron bien de aquellos que buscaban razones para cargarse su canción de autor indie, y Joe Crepúsculo confirmó su par de himnos generacionales, y por esta vez no es un cliché. La electrónica se llevó la peor parte, pese a que, in extremis, los dj A-Track y Mehdi acudieron al rescate con un desfibrilador de techno sin ambages.
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