Honores al "médico de los pobres"
Los orensanos se vuelcan en la distinción municipal al doctor Luis Gallego
Al médico "de los pobres y de los gitanos", que en realidad lo fue de casi todos los orensanos, Luis Gallego Domínguez (Ourense, 1920-2007), le daba vergüenza cobrar por su trabajo. Por eso estipulaba en 50 simbólicas pesetas el precio de su consulta.
Ayer, ante el sencillo pero multitudinario homenaje rendido en abarrotada piña por sus paisanos, su hermana Olga (académica de la lengua gallega y archivera) advirtió solemne y emocionada al pie del busto del doctor que acababa de descubrir: "Él huía siempre de los homenajes. Ahora estará negociando con San Pedro para poder venir a disolver este acto a golpe de gorrazos".
La ceremonia se realizó con motivo del expediente de honores que incoó el Ayuntamiento a partir de la iniciativa popular.Luis Gallego fue un hombre singular. Un altruista practicante en pleno franquismo. Un médico ilustrado y viajado "cuando nadie salía de España", imbuido de sobria humanidad y empecinado en tratar a todo el mundo, especialmente a los más necesitados, con su "extraordinario ojo clínico y la gran confianza que generaba".
"Diría que este acto es una tontería, que no es necesario, diría 'bobadas"
Estipulaba el precio de su consulta en 50 simbólicas pesetas
El orensano Jesús Pérez Rodríguez, director del Materno-Infantil de La Paz de Madrid, proclamó a los cuatro vientos la palabra mágica del doctor Gallego, "bobadas", para calificar el homenaje. "Fue mi pediatra, y después compartí horas en su consulta, cuando yo empezaba a estudiar Medicina, y en los cafés y en las tertulias de la trastienda del comercio de Pepe Gil". "Inspiró en mí el interés por la medicina, por la calidad clínica, la honestidad y el cariño" a los pacientes, explicó Pérez. "Él diría que este acto es una tontería, diría que no es necesario; diría 'bobadas', pero resulta que es ya parte de la memoria histórica de los orensanos".
El busto del filántropo orensano ha quedado clavado en la pequeña plaza del Jardín, apenas una esquina desmembrada del Posío, a un tiro de piedra de su singular consulta, en la que siempre atendía, a cualquier hora del día o de la noche, a quien se le presentara.
Aunque, en realidad, Luis Gallego consultaba en la calle. "Siempre atendía, en donde fuera, y con tanta seguridad y tanto ojo clínico" que resultaba infalible.
Su "gran capacidad de observación", su "gran capacidad de trabajo (vio a una media de 80 pacientes diarios durante 50 años de profesión)" y su "manera altruista de tratar a todo el mundo", defiende Pérez Rodríguez, lo convirtieron en un mito en vida y en memoria histórica tras su muerte.
"Nunca se dio importancia", destacó ayer su pupilo aunque no hacía falta reseñarlo. Los más de 400 comentarios escritos en la página web del periódico La Región, en donde se le llegó a llamar "santo laico", impulsando su nombramiento como hijo predilecto, daban sobrada cuenta del afecto ciudadano. "Le daba apuro cobrar por su trabajo" explicó el doctor Pérez, algo inusitado considerando el momento actual "en el que la vanidad y el dinero son lo importante".
Ourense no es dada a afectos multitudinarios, pero ayer los ciudadanos se autoconvocaron en masa al sencillo homenaje y abarrotaron la plaza del Jardín, y escucharon en religiosa actitud los pequeños discursos. Además, aplaudieron la emoción incontenida de las hermanas del doctor Luis Gallego (además de Olga, Pilar), que unos minutos antes habían asistido al pleno de honra en el que quedó proclamado el nombramiento honorífico del galeno. "Es un honor para nosotras que lo quisieran tanto", reconoció casi llorando la académica de la lengua erigida en portavoz familiar.
La corporación municipal había aprobado, por unanimidad, el expediente de honores. Su reconocimiento era un clamor. Poco después de su muerte un boca a boca inundó la ciudad proponiendo su laica beatificación pública: justo lo que él jamás habría aceptado en vida.
Ayer, el homenaje fue lo más sencillo posible, "como le habría gustado a él", justificaron los promotores del acto. En el breve pleno que precedió a la inauguración de la placa y de su busto, la jueza instructora del expediente, la concejala Marga Martín, declaró como hechos probados su nacimiento en Ourense, su licenciatura en la carrera de Medicina, su resistencia a dedicarse a la sanidad pública -a cambio del ejercicio prácticamente gratuito de la profesión en su consulta particular- y su extraordinaria calidad humana.
Un aluvión de orensanos entrados en canas y en recuerdos le dedicó después una ovación cerrada mientras la banda municipal amenizaba el acto con la interpretación del himno gallego y un par de sonoros pasodobles.
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