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Columna
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Catamarruc, con Franco

Una inminente biografía sobre Ramón Franco, el hermano del dictador, sugiere que el de la cara en las monedas, o sea, Francisco, era monórquido. Al parecer durante una refriega africana acontecida en 1916, perdió un testículo. Circunstancia que no rebajó un ápice la magnitud, intensidad ni resultados de la represión que sucedió al golpe de Estado y carnicería bélica posterior, pero plantea no pocas dudas sobre otras capacidades. Sin excluir las relativas a la descendencia, tal como se deduce de esta nueva prospección biográfica en su entorno. De lo que deberían tomar nota los servicios de agitación y propaganda del régimen, que desde que arreció el caso Gürtel y la trama corrupta salpicó el sepulcro blanqueado en que ha derivado la primera institución valenciana, no paran de clamar contra el enemigo exterior. A estas alturas de la demostración sindical formato 40 años de paz, solo les falta citar la conspiración masónica, la ofensiva bolchevique y la Rusia de Stalin. ¡Catamarruc, con Franco! Un momento: ¿escribí salpicó? Pongamos que volcó. Es más gráfico y poético. Volcó y derramó el pringue por el fondo de armario hasta manchar las entretelas del esternón. Desde la noche de autos, que los estrategas de palacio no dejan de imitar la agenda del caudillo que perdió un huevo en acto de servicio. A ver, pues, qué son esas algaradas repletas de adhesiones inquebrantables a Francisco Franco, digo Camps, Francisco Camps, desde el preciso instante en que se supo de la estrecha relación del líder carismático con la nómina patibularia que se echaba a la pera el sin fin de adjudicaciones, contratos oficiales y paramilitares, hasta el desasosiego en vísperas de su declaración como imputado. Sí, sí, como imputado. Que ante el juez, tampoco debe sentirse lo mismo como imputado, que de simple testigo accidental. Valor Mío Cid. Y tila. Así que menos esconder la percha y a echarle... bueno, eso. Por desgracia para la audiencia, la derecha indígena nunca alcanzará el espíritu del Athlétic frente al Barça: si hay que perder, se pierde a lo grande. Lean a Shakespeare y comprueben cómo en cualquier tragedia, sea romántica o producto de la ambición, codicia o desmesura, hay amores que matan. Y además, señorías, están los arrumacos telefónicos de nuestro primer imputado con ese paradigma de la estética del PP, El Bigotes, casualmente cabecilla de la trama emprendedora en este feudo, a quien, según la indiscreta transcripción, el amigo del alma quería un huevo. Con el de antes, ya suman dos. Demos asimismo por ejecutada la voladura del llamado código ético, que la organización promulgó durante el aznarato, según el cual, ante la menor sombra de duda, los afectados harían mutis por el foro. Pero helos ahí, que no se despegan del cargo ni con agua hirviendo.

Con uno de los sumarios del caso Fabra a punto de caramelo, el Gürtel Show y las fiestas de san Isidro (a saber: la trama de espionaje que no cesa; las nuevas revelaciones sobre el Tamayazo o asalto a las urnas; el caudillo de la FAES que se aparece día sí, día también, como las caras de Bélmez), el espectáculo promete. Y contamos con subsede oficial del evento -repitan todos juntos, ahora sí, evento-. Coreografía, actores, músicos, bailarines y coros mediáticos, tots a una veu. Disfruten del festival, que nada tiene que ver con los procesos electorales. Al otro lado de esta legión de presuntos, sigue la atmósfera cero. Y no ha pasado una semana desde que la primera televisión pública se homologó con las otras en medio de una real pitada.

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